La proliferación en el intestino de bacterias oportunistas favorece la absorción del alimento



24 oct. 2015 11:59H
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Javier Barbado. Madrid
El abuso de antibióticos durante la infancia y adolescencia engorda un promedio de 1,36 kilogramos porque las bacterias del intestino oportunistas, las que proliferan al eliminarse otras por la acción antimicrobiana, contribuyen a una mejor absorción del alimento en sus portadores.

Brian S. Schwartz.

Esta conclusión la respalda un estudio publicado esta semana en ‘The International Journal Obesity’ y que ha liderado, como autor principal, el médico Brian S. Schwartz, quien ha advertido de que, en realidad, ese aumento de peso por el consumo de antibióticos en las primeras etapas de la vida sea incluso mayor.

Esto se debe a que la investigación adolece de algunas limitaciones sin las cuales su principal hallazgo sería todavía más abultado: “Nuestro estudio es, probablemente, una estimación por la baja del efecto de los antimicrobianos en el peso”, ha señalado.

Entre ellas figuran el seguimiento que se hizo de cada niño, que no incluyó, por ejemplo, su etapa como lactante a pesar de que otros trabajos apuntan a un elevado consumo de antibióticos en ese momento, y, por otro lado, el hecho de que los investigadores no tuvieron acceso a los datos de cada infante en la totalidad de su infancia: solo recabaron información por periodos de cuatro años de media por niño.

Como contrapartida, tuvieron a su disposición los datos de cientos de miles de pacientes (la muestra fue de unos 164.000 niños) correlativos a diferentes tramos de edad y esta características del estudio –han subrayado– le confiere una perspectiva para obtener conclusiones válidas a largo plazo.

Disminución del consumo en niños, aumento en adultos

Por otra parte, la prescripción de antibióticos por los médicos en países desarrollados como Estados Unidos (al que se atiene la investigación, de la que se han hecho eco diversos medios locales como ‘The Wall Street Journal’), ha descendido un 18 por ciento en el caso de los niños, se mantiene igual, en términos relativos, en los adolescentes, y ha aumentado, en cambio, en los adultos, todo ello en el contexto de la aparición creciente de resistencias microbianas que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a encabezar una campaña mundial para reducir el uso de estos medicamentos.

En todo caso, el trabajo de Schwartz demuestra la relación entre la obesidad no solo del niño (que ya se había comprobado en otros estudios) sino también del adolescente, con la administración pautada de antimicrobianos a lo largo de la vida.

Para obtener este resultado, el facultativo indagó en los historiales de pacientes de entre tres y 18 años de edad explorados y tratados en el Geisinger Medical Center, un hospital de Pennsylvania, entre 2001 y 2012. Y tuvieron en cuenta variables como el índice de masa corporal (o Body Mass Index, BMI), el tratamiento con antibióticos, la raza, el sexo y otros factores. Acto seguido, compararon el BMI de los infantes que habían recibido tratamiento antimicrobiano con el de aquéllos otros que habían prescindido de ese recurso terapéutico.

En efecto, dieron con que los primeros habían engordado en mayor grado que los segundos, evidencia que, sin embargo, no era muy significativa, pues esa ganancia de peso se perdía al año siguiente de registrarla. Pero, seguidos ambos grupos de niños en el tiempo, los que reincidían en la terapia antimicrobiana reflejaron un aumento de peso acumulativo y sostenido, y en ese hallazgo se han fundamentado la conclusión principal de los investigadores al respecto.

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