La Revista

Un ginecólogo y la directora médica del Hospital Severo Ochoa cuentan su batalla personal contra el coronavirus

Médicos y pacientes de Covid-19: "Te sientes culpable por no poder ayudar"
Imágenes de Juan José y María Teresa.


26 jun. 2020 9:05H
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El Covid-19 ha supuesto un reto en mayúsculas para los profesionales sanitarios. En poco tiempo, han tenido que averiguar cuál era el enemigo al que se enfrentaban, y aún más importante, cómo frenar su avance. La Revista de Redacción Médica recoge los testimonios en primera persona de Juan José y María Teresa, dos médicos que, además de combatir el coronavirus, también lo han padecido. 

Juan José Escribano es uno de los 340 profesionales del Hospital Severo Ochoa que ha vivido el coronavirus en primera línea de batalla y en primera persona. Como jefe de Servicio de Ginecología y Obstetricia, sabe lo que es combatir el virus desde dentro y desde fuera. A finales de marzo, él y sus compañeros se encontraban trabajando sin descanso cuando, de repente, cambiaron las tornas: una PCR positiva hizo que pasará de facultativo a paciente en cuestión de horas.

Lo que no sabía es que el virus le mantendría más de 40 días encerrado y aislado en su casa. En su caso, fue la fatiga lo que hizo saltar las alarmas. "Veíamos a los compañeros con síntomas parecidos a la gripe pero más graves y yo lo único que notaba era cansancio. Mucho mayor de lo habitual pero nada más".

Fue al cuarto día, y ya en aislamiento, cuando empezó a notar otro tipo de indicadores asociados al Covid-19, como la falta de gusto y olfato. Juan José recuerda la incertidumbre que le generaba no saber cuál sería el siguiente paso en la enfermedad. "Cada día era una novedad, no sabías si ibas a experimentar disnea, problemas circulatorios, fiebre...", explica.

'Vuelta ciclista' emocional 


Por suerte, su diagnóstico no fue a más y una semana después comenzó a experimentar cierta mejoría. Aunque se encontraba "clínicamente bien", las pruebas PCR que se le practicaron seguían evidenciando el impacto del virus en su organismo, por lo que tuvo que esperar hasta principios de mayo para reincoporarse. Una vez pasado el trance, lo ideal, opina, sería volver a repetir este tipo de controles en unos meses, ya que todavía se desconoce cuánto dura la inmunidad al virus. 

Imagen de Juan José en su consulta

Para este facultativo, el encierro ha supuesto una especie de 'vuelta ciclista' a nivel emocional, con multitud de 'picos', y etapas de subida y bajada. "De repente, te sientes más animado ante la expectativa de que el virus vaya desapareciendo de tu cuerpo y cuando vuelves a dar positivo, entras en una especie de valle, te da el bajón". 

Durante mes y medio, su rutina quedó reducida a cuatro paredes y un baño propio que tenía que desinfectar "día sí y día no". El teléfono y la pantalla de su ordenador se convirtieron en el único medio de contacto con su mujer y sus hijos, a los que saludaba cada día por videollamada y cuando "llamaban a la puerta" para dejarle la comida. 

Rutinas y protocolos que se hacían cada vez más incómodos a medida que avanzaba el calendario. "Interviene mucho tu capacidad mental, pensar que tarde o temprano te vas a recuperar", cuenta.

Acostumbrado a hacer ejercicio y llevar una vida activa, a los 20 días de aislamiento ya se sentía como "un león enjaulado". "Por mucho teléfono, ordenador, series o Netflix, estar encerrado hace mella y tienes que ser muy disciplinado mentalmente para no salir". Aún así, este ginecólogo se considera "afortunado" después de ver familias con todos sus miembros contagiados. "Imagínate mi situación en un piso de 60 m2 con un solo baño para cuatro personas. No hay sitio para aislar por completo", detalla. 

La suya ha sido una batalla personal, compartida, a la vez, por muchos de sus compañeros. "Hemos tenido a personas del servicio en la UCI que siguen de baja y algunos incluso han fallecido".

Sentimiento de culpabilidad


Por su parte, María Teresa Requena enfrentó una situación muy similar como directora de este mismo centro. A ella el virus la asaltó mediados de marzo, justo en plena vorágine. Por ello al principio, achacó el malestar y el dolor de cabeza a la elevada carga de trabajo y estrés  que reinaban esos días. "No te encuentras bien pero no tienes la conciencia de que te encuentras mal".

Una prueba PCR confirmó que se trataba de síntomas asociados al coronavirus. En su caso, se manifestaron en forma de fiebre, dificultad para respirar, tos y una debilidad "casi infinita". El único remanente que le quedaba a las dos semanas, gracias a los analgésicos, era una tos persistente. No obstante, permaneció en aislamiento domiciliario una semana más, hasta que las pruebas diagnósticas confirmaron el negativo en Covid-19

La angustia también estuvo presente durante la evolución de la enfermedad. Su marido ingresó en el hospital con una neumonía bilateral al poco de saber que estaba contagiada. Fueron sus dos hijos los que se encargaron de sus cuidados, bajo estrictas medidas de "higiene y aislamiento". 

Ver la enorme carga de trabajo que afrontaban sus compañeros también provocó en ella una "sensación de frustración" durante la cuarentena. "Te sientes incluso hasta un poquito culpable al no poder estar trabajando allí con ellos", reconoce. En su caso, la tabla salvavidas vino en forma de mensajes de ánimo por parte de sus compañeros y llamadas diarias del servicio de prevención de riesgos del hospital.

"Para mí ha sido muy importante que mi compañero del servicio me tratara como paciente además de como compañera", reconocía la sanitaria, que intenta analizar la experiencia como un aprendizaje. "Cuando te pones al otro lado, como paciente, es cuando te das cuenta de lo importante que son otras cosas que no son técnicas como una palabra amable o que te faciliten las cosas."


"Te sientes incluso hasta un poquito culpable al no poder estar en el hospital con tus compañeros"  



Creer que  "no se ha hecho lo suficiente" es una idea que persigue a muchos sanitarios." Ya no solo con los enfermos sino con las familias a las que, a veces, se "ha tenido que impedir la entrada al centro cuando querían despedirse de un ser querido", lamenta Juan José. 

En su opinión, este es otro de los grandes problemas a los que deberán hacer frente los sanitarios una vez amaine la tormenta: la huella psicológica que dejan "tantos desenlaces fatales en tan poco tiempo y en ocasiones, sin poder ayudar". Muchos compañeros suyos, explica, necesitarán apoyo psicológico después de lo vivido estos meses. "Agota mucho ver morir a la gente", asegura. 

Desescalada sanitaria


Cuando ambos profesionales se incorporaron de su baja, el número de pacientes en el centro madrileño se había reducido considerablemente. El "pico más fuerte había pasado". El Severo Ochoa ha sido uno de los hospitales más afectados por la crisis debido a la gran cantidad de personas mayores que aloja Leganés en relación al tamaño poblacional. 

En cuestión de días, personal e instalaciones tuvieron que ser reorganizados para asumir el impacto del tsunami que se avecinaba. Dejó de ser un centro multidisciplinar para convertirse en un hospital dedicado en exclusiva al Covid. En este sentido, María Teresa agradece el asesoramiento recibido por parte de médicos internacionales, que, entre otras recomendaciones, les advirtieron del peligro de sobreprotegerse ante el virus. "Cuanto más te pones, más te tienes que quitar y eso aumenta el riesgo de contagio". 

El 80% de los sanitarios cambiaron su actividad habitual y pasaron a dar apoyo al resto de áreas. "Era un virus desconocido así que nos ha tocado ir aprendiendo sobre la marcha", indica Juan José.  

Pese a todo, en poco tiempo, había más pacientes que instalaciones disponibles para atenderlos. Esto obligó a habilitar otras zonas del hospital como las salas de espera, el gimnasio o zonas de reanimación.

La planta de Juan José quedó reservada únicamente a los partos, especialmente "complicados", puesto que cada paso en la cadena organizativa suponía un obstáculo. "Había que hacer pruebas a todo el mundo pero a veces no había reactivos y el personal de laboratorio estaba completamente colapsado, había departamentos donde no se podía entrar...". El virus comenzaba a sesgar vidas mientras que, unas plantas más arriba, Juan José y su equipo asistían al nacimiento de otras nuevas.

"Ha sido abrumador", reconoce este ginecólogo, sin olvidar el camino que aún queda por recorrer. "La gente no es consciente de que el virus aún está. Estamos corriendo más de lo que deberíamos y en el momento más insospechado puede haber rebrotes".  

Pide además, una atención especial a la "desescalada sanitaria" y no solo a la nacional. Volver a la normalidad en el ámbito médico requiere, en su opinión, una suma extra de esfuerzos para abordar y retomar todas aquellas actividades pospuestas debido a la crisis. 

Para María Teresa, la labor de Juan José y sus compañeros del Severo Ochoa frente al Covid-19, merece ser aplaudida. "Todos han trabajado con mucha dedicación y han atendido a los pacientes de una manera impecable.


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