La Revista

María Ortega, de 28 años, es residente de tercer año en el Hospital de Son Llàtzer, en Mallorca

Será maravilloso hacer el MIR en Mallorca y “disfrutar de las guardias”
María Ortega, residente en el Hospital San Llacer


12 may. 2018 20:00H
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Hay gente a la que no le importa hacer las maletas cuantas veces sea necesario para perseguir sus sueños. María Ortega, de 28 años, nació en Jaén, estudió en Granada y ahora trabaja en Mallorca. Ésta médica, residente de tercer año en el Hospital de Son Llàtzer, tenía como primera opción La Fe de Valencia, pero las plazas se agotaron minutos antes de que eligiera. Y optó por irse a Malloca, la isla en la que ya había pasado algunas vacaciones y que le recibió con los brazos abiertos.
 
María, que descartó moverse por Andalucía por la falta de oportunidades laborales, se adaptó con facilidad a su nueva vida en el archipiélago balear. "Los primeros días estuvimos haciendo talleres, por lo que no cambió mucho con respecto a lo que estaba acostumbrada a hacer. Cuando ya empezamos a trabajar, te encuentras un poco desubicada no solo porque tienes que aprender el sistema informático sino porque también tienes que tratar con pacientes que, hasta entonces, solo habías visto acompañada por un residente o un adjunto", recuerda la joven , que añade: "Durante la carrera eras un mero observador".

APASIONADA DE LAS GUARDIAS
 
A diferencia de los recién llegados, cuando María era R1 ya disfrutaba de las largas jornadas. "Yo me lo pasaba muy bien en las guardias, tanto en Urgencias -que todo el mundo las odia-, como en la UCI", reconoce la joven, todo un torbellino. Eso sí, sin perder nunca la perspectiva de lo importante de su labor: "Hay cierto nerviosismo en cuanto a enfocar y ver al paciente, pero te sientes bastante apoyado".
 

"En mi especialidad hay un gran componente emocional y los adjuntos te preparan para eso"


La jienense tuvo claro que lo suyo era la Medicina desde niña, cuando ya se imaginaba con la bata y las jeringuillas. “Yo desde pequeña, cuando veía películas o las ferias  de médicos, ya sabía que quería ser la que hacía el masaje cardiaco o la que recibía al paciente que entraba por la puerta de Urgencias y me imaginaba haciendo la traqueotomía a alguien”, bromea. La especialidad tampoco fue una decisión difícil:  "La escoges un poco de acuerdo con tu carácter y tu forma de ser. Yo creo que es la única de la que no me aburriría, porque normalmente, a la larga, todo me cansa", confiesa.
 
Afortunadamente, no le defraudó en absoluto y se adaptó a la perfección, también en el aspecto psicológico. "Yo creo que en mi especialidad hay un gran componente emocional y los adjuntos te preparan para eso y el hospital también tiene cursos sobre ello. Quizá un dermatólogo no está tan acostumbrado para dar malas noticias o afrontar una muerte como lo estamos los intensivistas, que es nuestro pan de cada día".

EMPATÍA

Pese a ello, sí que hay una paciente a la que no puede olvidar: "Siempre intentas evadirte y no generar un vínculo muy estrecho con los pacientes pero hay un momento que alguno se te graba más. La primera mujer a la que vi morir tenía más o menos la edad de mi madre, era de mi ciudad y la habían diagnosticado una neoplasia de pulmón hacía un mes, y falleció. Todo fue muy rápido, siempre te impacta la primera muerte", reflexiona la joven, quien poco a poco se fue haciendo al funcionamiento del hospital.


"Lo que más me gusta de mi especialidad es la adrenalina constante, engancha a todos los intensivistas"


"Tampoco tenía mucha referencia del centro y como no había trabajado nunca, no tenía con qué comparar, pero no me ha defraudado: Es un hospital que tiene sus recursos, en una isla que tiene desarrollada la sanidad", explica la joven, que ha notado grandes cambios en los últimos años: "A mí el R1 me gustó, pero sí es verdad que cuando estás rotando por otros servicios que no son el tuyo, pues no te sientes como en tu casa. Pero los dos primeros años vas de un sitio para otro y no acabas de encontrar tu sitio", relata María, a punto de pasar a ser R4: "En tercero ya fui a la UCI y roto en distintas especialidades pero siempre en la unidad".

Y no puede estar más feliz: "Lo que más me gusta de mi especialidad es la adrenalina constante, engancha a todos los intensivistas que de verdad eligen la especialidad por vocación, que somos casi todos. Porque si no, no se aguantaría. Esa sensación de querer curar y salvar".

GAMA DE PATOLOGÍAS

Desde la UCI, María ve todo tipo de patologías, sobre todo en verano, cuando la población de la isla se multiplica y hay mucha afluencia de turistas: "Atendemos sobre todo intoxicaciones etílicas en gente joven, sobre todo alemanes e ingleses; y agudizaciones de EPOC, asma, ahogamientos… Hay un gran porcentaje", relata la joven, que tiene predilección por abordar a los pacientes en estado crítico. "Su dinámica me sorprende y me encanta porque es como una montaña rusa, puede estar bien y a los segundos empeorar. Es la especialidad en la que más fisiología tienes que conocer: tienes que saber de todo y en un momento crítico, tocas todas las ramas".
 
A María le gustaría seguir en la isla, aunque el empleo no abunda y los alquileres están desorbitados: "No me importaría hacer guardias de Urgencias, aunque hay algunas cosas que habría que cambiar. Me gustaría quedarme pero si me dan una posibilidad de hacer mi especialidad, no toda la vida en Urgencias. De momento hay poca oferta y mucha demanda", se lamenta la joven, que no tira la toalla: "A ver en dos años" . De momento, toca debutar como R4. 

 

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