La Revista

Marta Monsalvo, mujer del periodista Carlos Matallanas, se ha convertido en su principal apoyo ante la enfermedad

Médico en el trabajo, cuidadora en casa y luchadora contra la ELA siempre
Carlos Matallanas y su mujer, Marta Monsalvo.


29 abr. 2017 20:00H
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POR SERGIO LÓPEZ
¿Cómo impacta una enfermedad neurodegenerativa como la ELA sobre la persona más cercana al enfermo que la sufre? Marta Monsalvo, mujer del periodista Carlos Matallanas, recibió en primera línea el embate de la enfermedad de su marido, pero sigue resistiendo la onda expansiva a su lado. A ella, su condición de médico le sirve ahora como pilar para aguantar mejor, pero en algún momento se convirtió en una presión añadida que amenazó con derrumbarla. “Por un lado, es muy bonito ver toda la confianza que deposita Carlos y su familia en mí; pero por otro es una responsabilidad muy, muy grande”, explica.
 
Hace pocos días, el propio Matallanas trataba públicamente el asunto de los familiares ante su enfermedad. En un artículo en el diario El País al hilo del reciente suicidio de otro enfermo de ELA, José Antonio Arrabal, el periodista –que sigue escribiendo con regularidad utilizando un complejo ordenador que se maneja con el ojo– aseguraba continuar encontrando gran cantidad de razones para no tomar ningún atajo. Pero no se atrevía a cuestionar la decisión de Arrabal. Entendía, decía, el “desencanto con la vida” que puede generar una enfermedad que cae “como una bomba atómica” no solo sobre el enfermo, sino también sobre sus familiares y amigos más cercanos.
 

Carlos Matallanas, durante la presentación de su libro 'Mi batalla contra la ELA'

Evidentemente nos ha cambiado la vida a los dos. Teníamos un montón de proyectos, como cualquier pareja joven. Hemos sido muy inquietos, nos gusta viajar… y esos planes ahora han terminado”, explica Marta Monsalvo a LA REVISTA de Redacción Médica. Más allá de los proyectos, que –asegura– no son ahora lo que más le preocupa, Monsalvo dice que “lo más duro es ver a la persona que quieres tan limitada, tan atrapada en un cuerpo, sin poderse mover ni expresarse”.
 
Esta médico MIR en su quinto año de residencia cuenta que para aguantar el drama que supone una enfermedad así, en la que no hay esperanzas de cura y el deterioro físico es paulatino e imparable hay que “pararse a recordar” y pensar en las cosas buenas. Monsalvo habla de aprender a distinguir lo que es la consecuencia de la enfermedad de lo que es la persona amada. “Él no es solo esta persona que requiere constantemente atención hasta un punto que a veces hace que llegues a desesperarte, él es todas las demás cosas tan bonitas de las que yo me enamoré”, explica. Marta y Carlos se casaron el 5 de enero de 2015, medio año después de que este último recibiera el diagnóstico. El apoyo a su pareja ha sido constante y férreo desde el primer momento, resultando fundamental para que él haya podido seguir trabajando en los dos campos que le apasionan: el fútbol y el periodismo.
 
Es sabido que Matallanas tuvo que dejar en suspenso su carrera como periodista deportivo, a raíz de su enfermedad, pero también que ha podido embarcarse en otros proyectos, como varias acciones de apoyo a Fundela, una fundación que busca fomentar la investigación sobre la ELA. ¿Pero cómo ha sido la vida profesional de Marta después del diagnóstico de su marido? Tras un tiempo Marta decidió abrir un paréntesis y dejar por unos meses en suspenso su residencia de Medicina Interna en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz. “Decidí que me debía coger un año de excedencia, porque tenía la sensación de que no llegaba a nada, que ni en casa ni el trabajo hacía todo lo que tenía que hacer y andaba como loca”, explica. En aquel momento el periodista todavía tenía bastante movilidad, pero Marta no se quedaba tranquila cuando se marchaba de casa: “Me iba y no sabía si iba poder desayunar o sacar el perro él solo”.

Carlos Matallanas y su hermano Gonzalo con Fernando Torres, amigo de la infancia del primero y uno de los futbolistas más comprometidos con la lucha contra la ELA a través de Fundela.

"CON CARLOS, YO DEBÍA SER FAMILIA, NO MÉDICO"
 
En su caso, su condición de médico llegó a suponer un peso añadido para afrontar una enfermedad que requiere un esfuerzo muy grande por parte del enfermo, pero también de los que le rodean. No solamente era ser médico, explica Monsalvo. Además Carlos estaba siendo diagnosticado en el mismo hospital donde hacía la residencia, en Cádiz, a donde la pareja se había desplazado para que ella realizase el MIR. “Le estaba tratando gente que yo conocía, con la que hago guardias o he rotado”. Todo el mundo quería ayudar: el neurólogo, los internistas… y toda esa ayuda la acababa canalizando la esposa. “Se intentaban consensuar todas las decisiones mucho con Carlos; pero, sobre todo, conmigo”, hasta que llegó un punto que Marta se vio “sobrepasada” por su “implicación profesional”.
 

Carlos y Marta, con su perro.

“Querían hacerme partícipe, no porque yo supiese más, sino como acto de deferencia. Pero fue demasiado. A mí me desbordó por todos los sitios, ya que tenía que tomar decisiones que, por mucho que quisiese, no podía tomar porque no estaba emocionalmente capacitada”, explica Monsalvo. “Eso me afectó mucho hasta que reconducimos la situación porque nos dimos cuenta de que yo tenía que ser familia, no médico”.
 
Todo cambió mucho y “muy deprisa” a raíz de la primavera pasada, cuando Carlos tuvo que someterse a una traqueotomía; algo que estaba previsto, pero que se precipitó. A partir de ese momento, a raíz de depender de un respirador, perdió mucha movilidad. “Estar conectado a un respirador las 24 horas supone que la esterilidad en el manejo de todo sea súper importante. Requiere una atención continua”, explica Marta. A raíz de ese momento decidieron, además de las reformas que hicieron en su casa, contratar asistentes, mañana y tarde, con el importante desembolso económico que suponía. Además, los padres de Carlos se trasladaron a Cádiz “para echarnos una mano”, detalla Marta. “En realidad ahora mismo, aunque es más dependiente, la situación resulta más tranquila para Carlos y para mí que antes de que tuviera el respirador”.
un ordenador legado por el creador de 'El ministerio del tiempo'
Pablo Olivares fue el creador y uno de los guionistas de ‘El Ministerio del Tiempo’ y falleció en 2014 a consecuencia de la ELA. Cuando murió dejó como herencia a Carlos Matallanas un ‘iris bond’, el complejo ordenador con un teclado virtual que se maneja con el ojo. Es con ese aparato con el que el periodista puede seguirse expresando y componiendo los enérgicos artículos que publica en su blog o como colaboraciones en prensa y los informes sobre fútbol con los que asesora a varios equipos.
 
“Comenzó a entrenar con el lector de pupila y ha cogido una velocidad impresionante. Nunca va a ser un sustituto de una conversación oral, pero le permite tener una comunicación completa y compleja”, explica Marta Monsalvo. Desde su inmovilidad, pero con voz, su marido sigue escribiendo e impulsando iniciativas como Fundela, a la que ella también apoya. Una de las actividades en las que más tiempo ocupa es en elaborar informes para el Cádiz B, para el Móstoles y para el equipo juvenil del Villarreal. Él mismo fue futbolista de divisiones inferiores hasta 2013, cuando empezó a notar los primeros síntomas, y, ya diagnosticado, se sacó el título de entrenador de fútbol.
 
Carlos ha decidido concentrar sus esfuerzos en la Fundación Española para el Fomento de la Investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (Fundela) porque, como él siempre dice, “sus energías y su tiempo son limitados”. Los pacientes con ELA tienen una esperanza de vida de 3 a 5 años y Fundela apoya investigaciones como las que se llevan a cabo, por ejemplo, en el Hospital Carlos III para entender la base y encontrar un remedio para esta enfermedad tan devastadora. Este periodista de deportes en El Confidencial hasta su baja ha movido sus contactos en el mundo del fútbol y ha recabado el apoyo de amigos, como Fernando Torres –al que conoce desde pequeño, de su paso por los cadetes de varios equipos– o el Mono Burgos para captar fondos, para la asociación. La lucha contra la ELA es una batalla compleja que no se va a ganar de una vez, más bien es una competición que se tiene que pelear partido a partido.


Marta no llegó a agotar el año de excedencia. Hace unos meses, a raíz de comprobar que gracias al personal contratado podía salir de casa sintiéndose tranquila, decidió reincorporarse para terminar la residencia, a la que solo le quedaban unos pocos meses. Explica que le costó regresar, que le producía una sensación de “abandono” de la persona amada, pero, tras comprobar que en el tiempo compartido importa más la calidad que la cantidad, está feliz de su vuelta a la Medicina que, además, les permitirá a ella y a Carlos regresar pronto a Madrid. Ese es su próximo objetivo. Más allá de eso, Marta prefiere no hacer demasiados planes.
 
“En principio no tengo un proyecto profesional a corto plazo después de acabar el MIR –explica–. Las cosas han cambiado muy rápido en los últimos meses y no tiene mucho sentido. Si todo va bien, en poco tiempo volveremos a Madrid, porque nuestra familia está allí y nuestro entorno, también… y es momento de arroparse un poco y dejarse querer por los amigos”, concluye Marta. “Volveremos para allá y saldrán cosas. Continuaré con mi especialidad, que me encanta, pero sin que eso sea ahora mismo lo más importante”.
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