La Revista

El presidente de Sanidad de CSI-F repasa su trayectoria en el sindicato y su vida personal

Fernando Molina, presidente de la división de Sanidad de CSI-F.


20 ago. 2016 20:00H
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POR CRISTINA ALCALÁ
Por muchos reveses que le haya podido dar la vida, Fernando Molina ha capeado el temporal con positividad y entusiasmo, el mismo que ha aplicado durante años al frente de la Presidencia de Sanidad de CSI-F, un cargo que, previsiblemente, dejará en el próximo mes de octubre. Ni siquiera la pérdida de visión en uno de sus ojos y el infarto que sufrió hace poco más de año y medio han impedido que cumpla con sus obligaciones y represente al sindicato en las mesas de negociación con el Ministerio de Sanidad. Es precisamente en estas reuniones donde ha entablado amistades en uno y otro bando: por un lado, con el también líder sindical, Antonio Cabrera, y, por otro, con el secretario general de Sanidad, Javier Castrodeza, y el director de Ordenación Profesional, Carlos Moreno. Fernando Molina abre las puertas de su despecho en la sede de CSI-F para recordar su etapa universitaria en Granada, sus inicios sindicales o hablar de la estrecha relación que mantiene con sus dos hijos, quienes han heredado la afición por las motos de su padre.

Junto al director general de Sanidad, Javier Castrodeza.

Médico por partida doble, primero Medicina Familiar y Comunitaria, y también en Ginecología. ¿Por qué ha estudiado estas dos disciplinas?

Desde que empecé, tuve claro que me gustaba la Medicina práctica. Estudié ambas disciplinas en la Universidad de Granada y luego, durante las prácticas clínicas, pasé por varias especialidades, pero la que más me gustó fue Ginecología.

Sin embargo, en aquella época, había problemas en la adjudicación de las plazas en Ginecología, por lo que preferí ejercer la medicina de Urgencias. Esta modalidad me encanta -debe de ser por la adrenalina que se suelta- y posteriormente tuve la opción de hacer Medicina Familiar y Comunitaria. Dejé el hospital porque no me gustaban las políticas internas que tenían y entonces me desarrollé como médico de Atención Primaria.

¿Era un buen estudiante de joven?

No era malo, pero podía haber sido mejor. Me decanté por Medicina porque yo siempre he seguido los consejos de mi padre, al que admiro. Él era practicante y me dijo: “Hijo, a mí me da igual que tú termines la carrera de Medicina en seis años, como si son en ocho. Lo único que quiero es que cuando la acabes, seas médico”. Efectivamente, la terminé y nada más hacerlo, empecé a trabajar como pediatra.

Es decir, que elegir Medicina fue completamente vocacional.

Sí, mi vocación siempre ha sido ser médico. Ya desde pequeñito le quitaba a mi padre las jeringas para jugar con ellas.

¿Algún otro sanitario en la familia?

Mi hermana es enfermera.

¿Qué recuerda de su etapa universitaria en Granada?

En un primer momento iba a hacer la carrera en Salamanca, pero finalmente me decanté por Granada, porque me enamoré de la ciudad tras una competición de atletismo en la que participé. Y es aquí donde he hecho mi vida.

¿Qué recuerda de su etapa como atleta? ¿Era un buen deportista?

Empecé en el fútbol, pero me llamaron de un equipo de atletismo de Madrid, el Olimpia, porque necesitaban un medio fondista para hacer puntos y me pidieron el favor. Fui, corrí y gané. Así fue como me fui animando en este mundo. Y la verdad, no era malo.

¿Compitió a nivel nacional e internacional?

Sí, a nivel internacional estuve a punto de ir a México. Y en España, fui subcampeón en 400 metros, después de que me ganara Ignacio Gómez Pellico. Una vez llegué a Granada, dejé un poco de entrenar porque me empezó a salir una necrosis en los huesos del pie y casi una insuficiencia cardíaca.

En cuanto a su faceta sindicalista, ¿en qué momento decidió compaginar la consulta con las manifestaciones?

Empecé hace muchos años porque había un problema de presión asistencial en un Servicio de Urgencias donde estuve trabajando. Entonces era necesario que el médico se desplazase constantemente para ver a los pacientes y, supuestamente, por prestar ese servicio se le retribuía con un incentivo, que era muy bajo, y que quitaron las autoridades sanitarias. Consideraba que no era una decisión justa y empecé a dar la lata. Hasta llegué a crear un sindicato: el Sindicato de Urgencias de Granada, al que aún no he dado de baja.

El director general de Ordenación Profesional, Carlos Moreno, es uno de los responsables ministeriales mejor valorados por Molina.

¿Cuál es la mayor victoria que ha conseguido con este sindicato?

Cuando empecé a negociar la circular 4/86, muy famosa en Andalucía, pero como estaba empezando y no tenía representatividad por aquel entonces, negociaba con la Administración por la puerta de atrás.

¿Cómo entró en CSI-F?

Se puso en contacto conmigo una persona de este sindicato para que le ayudara a constituir el sector de sanidad en Andalucía primero y luego en España. Asumí el cargo de secretario general y a los dos años, me nombraron presidente autonómico de sanidad y luego nacional.

¿Ha tenido que correr delante de la policía en una manifestación?

Siendo sindicalista no, antes sí.

¿Y qué pasó?

Fue en mi etapa de estudiante. Era delegado de un curso y me reuní en asamblea con otros alumnos de Medicina en el Hospital Clínico de Granada para hablar sobre una huelga que hubo, muy importante por aquel entonces. Entonces un día irrumpieron ‘los grises’ y se liaron a darnos palos por todos lados. Yo, como conocía muy bien el hospital, me escondí debajo de la mesa de un quirófano de Ginecología, pero me encontraron y me sacaron de allí a rastras.

¿Y cómo terminó el asunto?

Nada, afortunadamente, porque nos vieron que estábamos con la ropa de faena y que no estábamos haciendo nada.

Siendo médico, ¿nunca se ha planteado militar en sindicatos más sectoriales como CESM, por ejemplo?

No, porque conozco como trabajan.

¿Y cómo trabajan?

CESM negocia de forma muy partidista. Y además de eso, no veo que haga un trabajo a nivel de calle. ¿Pero qué pasa? Que es un sindicato corporativo y el médico vota muchas veces pues sin pensar. Afortunadamente, CSI-F cada día va teniendo una implantación más importante entre los facultativos del Sistema Nacional de Salud.

¿Considera a CESM un sindicato elitista?

Sí.

¿Qué aspecto positivo le caracteriza para ser un buen líder sindical?

Me gusta dejar trabajar a la gente y me entrego totalmente a los proyectos. También sé reconocer el trabajo de los demás cuando lo hacen bien y si tengo que regañar, lo hago muy amigablemente. Nunca he llegado a tener una confrontación abierta absolutamente con nadie, porque a mí lo que me gusta es dialogar.

¿Cómo se lleva con sus compañeros del ámbito de negociación?

Muy bien.

Fernando Molina, montando el tren a su nieto.

¿Son de los que quedan a tomar cañas después de una reunión en el Ministerio de Sanidad?

Perfectamente, sobre todo con Antonio Cabrera, que ya le conocía porque viene de Andalucía como yo. Nos llevamos muy bien, nunca me ha engañado en nada de lo que hemos negociado y yo tampoco a él.

¿Cuál es la enemistad más sonora que recuerda en este sector?

No he tenido ninguna.

¿Y la decepción más grande?

Alguna que otra. Hay quien me dice, "Fernando, tú eres más amigo de tus amigos que tus amigos de ti", y me ha costado trabajo asimilarlo que es verdad.

¿A cuántos ministros de Sanidad ha conocido?

A ninguno. ¿Tú te crees que algún sindicalista ha conocido a algún ministro? A lo mejor los he saludado, pero ya está. Bueno, a Alfonso Alonso, por ejemplo, ni saludarlo, no se ha dignado a pasar nunca por el Ámbito de Negociación. Ana Mato sí; Leire Pajín nada, tampoco. La última ministra de Sanidad con la que estuve reunido fue con Ana Pastor, fíjate tú si ha llovido.

¿Y qué valoración tiene de todos ellos?

Mala. Ninguno se ha dedicado a hacer lo que tiene que hacer, porque el Ministerio de Sanidad tiene suficiente capacidad para legislar muchas cosas y para mejorar el Sistema Nacional de Salud, a pesar de que las competencias están en las comunidades autónomas.

¿A cuántos ministros de Sanidad les ha venido grande el cargo?

En mi opinión, solo Ana Pastor venía con ganas de trabajar, y mira que nos fastidió, pero tenía ganas. O Celia Villalobos, que aunque muchas veces no sabía ni la planificación que tenía, cuando veía una cosa la hacía.

¿Quién considera que ha sido el mejor ministro de Sanidad para España?

Julián García Vargas.

¿Y el peor?

El resto.

¿Y quién considera que siempre ha sido el gran ministro en la sombra?

Ninguno, que yo conozca. Todos han ido ahí a medrar. El que ha movido un poco el ministerio en el poco tiempo que lleva es Javier Castrodeza y la verdad es que ha hecho cosas. Luego, su director general de Ordenación Profesional, Carlos Moreno, echa más horas a esto que un reloj en el ministerio.

En octubre tiene previsto dejar esta Presidencia de Sanidad. Personalmente, ¿cómo afronta ese momento?

Lo afronto como he afrontado todas las situaciones en mi vida, bien. Voy a seguir de alguna forma ligado al sindicato, no con la intensidad en la que estoy ahora, pero siempre predispuesto a echar una mano a mi sector. Soy una persona que no se aburre.

¿Tiene ganas de que llegue ya ese momento?

Tengo ganas porque tengo muchas cosas que hacer y que no he podido hacerla por problemas de agenda, como por ejemplo, leer más, o trabajar más en mi huerto, que lo tengo abandonado. Hay quien me dice que pida la prórroga de la jubilación, pero en Andalucía no la conceden a partir de los 67 años. Cuando deje CSI-F, echaré una mano en la Unidad de Postinfartados que hay en Granada.

¿Cómo ha conseguido compaginar su vida familiar con su faceta sindical a lo largo de todos estos años?

Con muchísimo apoyo de mi mujer, que ha sabido entender la situación laboral que uno tiene.

EN CORTO
Libro de cabecera
'El jardinero', de Grian A. Cutanda.
 
Película favorita
'Ben-Hur', de William Wyler.
 
Canción favorita
'Only you', de The Platters.
 
Una ciudad para vivir
Granada.
 
Una ciudad para viajar
Venecia.
 
Un objeto imprescindible 
No hay nada imprescindible.
 
Un personaje de su vida
Mi mujer.
 
Un personaje histórico
Isabel la Católica.
 
Un lema vital
Nunca hagas nada que le haga daño a los demás.
 
Un equipo de fútbol
La selección española.
 
Qué le hace feliz
Vivir y haber tenido la suerte de haber conocido a mi mujer.
¿Siente que se ha perdido algunos momentos clave en su familia por el trabajo?

Muy pocos, porque hacía lo indecible por ir a mi casa. Ha habido muchas veces que he salido de Madrid a las doce de la noche para dormir en mi casa a las tres de la mañana, porque a la vida familiar siempre le he dado una importancia vital. Tanto mi mujer como yo nos hemos dedicado completamente a nuestros hijos.

Sus dos hijos sin ingenieros, ¿no le hubiese gustado que hubieran seguido los pasos sanitarios del padre?

No. Ellos han ido cada uno por el sitio que han creído más conveniente y los dos están muy bien en su trabajo. Fernando tiene una plaza de ingeniero en la Junta de Andalucía, que la sacó estudiando desde la UVI porque tuvo un accidente muy grave; y Alberto ha estado trabajando en Ferrovial.

¿Y cómo desconecta del trabajo? Me comentaba que tiene un pequeño huerto en casa. ¿Es buen agricultor?

Era, era. Empecé con esta afición cuando era pequeño e iba con mi abuelo al campo y le ayudaba. Me gusta mucho y me desestresa. En él tengo plantados tomates, judías, pepinos, pimientos, calabacines... De todo. Y tuve gallinas, lo que pasa es que se subieron a los árboles y saltaron fuera de la parcela.

Tengo entendido que de joven era un gran amante de las motos.

Sí, he sido motero. Empecé cuando le quité la moto a mi padre y me iba por ahí. Una afición que han heredado mis dos hijos, pero afortunadamente la han dejado, porque uno de ellos tuvo un fortísimo accidente de tráfico yendo al circuito de Jerez de la Frontera. Tuvo la desgracia que estaba lloviendo y, en una curva había un desprendimiento de tierra, y terminó cayéndose y golpeándose contra el quitamiedos. Se partió la pierna, el tobillo, tuvo un plexo y el brazo lo ha perdido. Pero vamos, como tiene una fuerza de voluntad increíble lo está superando.

¿Y al padre también ha vivido en primera persona algún susto con las motos?

Vamos, yo me he caído pero han sido más suaves.
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