El objetivo es profundizar en su diagnóstico y terapéutica



5 jun. 2013 12:42H
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Redacción. Las Palmas de Gran Canaria
Alrededor de 50 profesionales sanitarios entre médicos, enfermeros y dietistas se han formado estos días en el curso sobre el manejo teórico-práctico de la disfagia orofaríngea, organizado por el servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Ntra. Sra. de Candelaria (Hunsc), adscrito a la consejería de Sanidad.

Miembros del servicio de Endocrinología.

Se trata una patología  que imposibilita la deglución con normalidad, presentándose de manera frecuente en la población mayor de 60 años con un alto grado de dependencia, en personas con extirpación de laringe o en aquellas que tras superar un episodio de ictus o convivir con enfermedades neurológicas tales como demencias, ELA y Parkinson, sufren serios problemas a la hora de ingerir alimentos.

Este puede derivar en desnutrición o deshidratación, pérdida de peso e incluso rechazo de la comida por parte del paciente, además de provocar riesgos en la seguridad a la hora de la ingesta, puesto que al no tragar bien el bolo alimenticio, llega a ocasionar atragantamientos y neumonías por aspiración.

Los profesionales del servicio de Endocrinología entienden que la mejor fórmula para ofrecer un diagnóstico precoz necesita un trabajo multidisciplinar entre médicos y enfermeros tanto de Atención Primaria como de Especializada.

Especialistas en digestivo, neurología, endocrinología, otorrinolaringología, radiología, nutrición y enfermería han profundizado en aspectos como la fisiología de la deglución, la disfagia asociada a ictus y enfermedades neurodegenerativas, la valoración del estado nutricional, los soportes nutricionales en caso de disfagia y cómo afecta a pacientes frágiles y ancianos, entre otros puntos.

Los familiares y cuidadores, así como los médicos que sospechen que un familiar o paciente pueda padecer disfagia orofaríngea, cuentan con cuestionarios validados científicamente para aproximarse a su diagnóstico, que en los casos más graves se completan con pruebas diagnósticas como la fibrolaringoscopia o la videofluoroscopia, además de la evaluación por el método volumen-viscosidad.

 

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