Los ciudadanos quieren un modelo de sociedad más abierta, más plural y donde el poder esté más compartido, controlado y tutelado. 

La crisis y las dificultades hacen que se despierte la conciencia crítica de muchos, y, por eso, debemos hacer cambios en la forma de gobernar las instituciones en España independientemente de los cambios políticos.

Las instituciones van a tener que sufrir una transformación interna de democracia y meritocracia si quieren tener el aprecio de la ciudadanía. Los modos de ejercer el poder en las instituciones públicas se van a volver claves para el apoyo o el rechazo de la población.

Y, en esa nueva forma de gobernanza, se impone la transparencia como un valor fundamental, junto con la ética del bien común y la eficiencia en la gestión y uso de los recursos públicos. 

La gente quiere que no se despilfarre el dinero que tanto le cuesta ganar y que aporta con sus impuestos, que, a veces llegan a niveles confiscatorios. También quiere que los gestores sean éticos y no se les ocurra defraudar la confianza pública del cargo que ostentan buscando solo su beneficio personal; y, por supuesto, quieren que se les explique qué se va a hacer y por qué se hacen las cosas, y no que los tratemos como a tontos desde un paternalismo tan arrogante como trasnochado.

Las organizaciones deben adaptarse a esa nueva gobernanza participativa y colaborativa si no quieren perder su credibilidad y legitimidad social muy dañada en algunos casos. Explicar y ser transparente es también estar más expuestos.
 
La opacidad es cómoda tanto para hacer sin tener que dar explicaciones (ya sea por motivos inocentes o interesados) como para no tener que compartir la información que se sigue considerando poder, y que, muchas veces, se tergiversa. En los países anglosajones y nórdicos todo se explica y se expone mucho más.

En las organizaciones sanitarias de nuestro país aún falta mucha transparencia. La necesidad de información y participación en la atención sanitaria de la población irá en aumento, así como la necesidad de explicarles las medidas de gestión que se toman para mejorar los servicios que se dan y para hacer sostenible el sistema sanitario. 

Y la propia sanidad es bastante opaca para el no entendido. La gente que no entiende mucho de sanidad piensa que cuantas más camas mejor, cuantas más pruebas, cuantos más medicamentos… mejor. Se necesitará una labor educativa a los ciudadanos sobre qué es lo más adecuado en salud y si es desde pequeños mejor. Sin embargo, esta labor no se está llevando a cabo a pesar de ser uno de los aspectos más importantes de la vida.

Las personas necesitan que se les ayude a resolver sus problemas agudos y a sobrellevar los crónicos de salud de la mejor manera posible. Y para lidiar con esos problemas crónicos de salud que ahora son mayoría, necesitan saber enfrentarse a la enfermedad en su cotidianidad y controlarla. Para ello, el mejor recurso no es la cama, sino el propio paciente, su aprendizaje, sus cuidadores y la familia, el entorno donde vive y su casa que debe adaptarse para la nueva situación.

Mientras se sigan vendiendo los nuevos macrohospitales y la alta tecnología como medidas estrellas de la sanidad sabremos que no hemos aprendido nada. Nada de lo que en realidad necesita un sistema sanitario que tiene que cambiar del paradigma del hospitalocentrismo a la atención integrada centrada en la comunidad, de la fascinación tecnológica a la promoción de la salud y la educación para la salud, y del salvar vidas al precio que sea por dar calidad de vida a los años.

Por eso ha resultado estimulante ver cómo, en el 19º Congreso Nacional de Hospitales y Gestión Sanitaria que han organizado Sedisa y ANDE en Alicante y Elche, donde el lema principal ha sido Los Ciudadanos y los Servicios Sanitarios, se han hablado mucho del paciente, de su empoderamiento, de atención domiciliaria, de alternativas a la hospitalización, y, por supuesto, de eficiencia. Algo se mueve y va calando en el sistema sanitario; la necesidad de que el Hospital pierda sus fronteras y se imbrique mucho más en la comunidad de la mano de Atención Primaria, de la Enfermería y de los trabajadores sociales buscando esa atención integral más completa y humana que necesita el paciente, colaborativamente.

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