Así lo arrojan los primeros resultados del Programa del Paciente Frágil, creado para tal fin

La Jiménez Díaz evita el deterioro funcional de sus mayores ingresados
Juan Antonio Álvaro de la Parra, gerente del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.


27 feb. 2018 17:50H
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POR REDACCIÓN
El Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz ha comenzado a obtener los primeros resultados satisfactorios de su Programa del Paciente Frágil, un proyecto que tiene como fin evitar el deterioro funcional en los pacientes mayores ingresados durante su estancia hospitalaria, ya sea por una enfermedad o problema de salud, para que su situación funcional al alta sea lo más parecida posible a la que tenían en el domicilio de forma previa a su hospitalización, según han informado en una nota.

En este programa han participado alrededor de 700 pacientes de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz, Rey Juan Carlos (Móstoles), Infanta Elena (Valdemoro) y General de Villalba, en los que se ha conseguido evitar el deterioro funcional tras sólo unos meses de implantación, a tenor de los primeros resultados obtenidos, según afirma Javier Martínez Peromingo, geriatra y coordinador de la iniciativa.

La necesidad de este programa responde a una evidencia científica según la cual más del 30 por ciento de las personas mayores empieza a sufrir deterioro de la movilidad o delirium durante las hospitalizaciones tan sólo 48 horas después del ingreso, debido a que el 95 por ciento del tiempo están en cama o en un sillón, reduciéndose a uno de cada cuatro pacientes los que caminan durante la hospitalización, pese a que menos del 5 por ciento tiene indicaciones médicas de reposo en cama.

“Todos los que trabajamos con personas mayores hemos visto pacientes hospitalizados que, aunque se curan de la enfermedad por la que ingresaron, cuando salen del hospital ya no caminan o se han vuelto incontinentes”, explica el especialista. Este proceso está íntimamente relacionado con la fragilidad, un síndrome asociado al envejecimiento que se define por tener una reserva funcional disminuida y una mayor vulnerabilidad a situaciones de estrés como una hospitalización.

Tres pilares de actuación

Para luchar contra este riesgo, el Programa del Paciente Frágil se basa en tres pilares. La identificación precoz de los pacientes que más riesgo tienen de presentar deterioro es el primero de ellos. El programa se inicia cuando el paciente llega a Urgencias y tiene que ingresar en el hospital. En ese momento la enfermera de Urgencias determina cuál es su situación funcional en el domicilio mediante la aplicación de la escala de Barthel. Si el resultado de esa valoración entre 30 y 70 (dependencia leve-moderada), el paciente es incluido en el programa.

El segundo paso es aplicar una estrategia específica para evitar el deterioro funcional en el paciente. “Todos lo que hemos pasado por un hospital como pacientes nos hemos dado cuenta de que siempre implica una adaptación a unos horarios (medicación, comidas, horas de sueño…) que no son los que la mayoría de las personas tenemos”, señala Martínez Peromingo, añadiendo que “esto que en una persona joven no deja de ser una molestia, en una mayor puede producirle un perjuicio, por lo que hemos tenido que adaptar nuestra forma de trabajar a nuestros pacientes, y no al revés”.

De esta forma, se favorece el descanso nocturno modificando (siempre en consenso con el equipo médico) los horarios de administración de la medicación, la toma de muestras, constantes y otros cuidados que suelen realizarse última hora de la noche o a primera hora de la mañana; se promueve la continencia con programas de micción programada, acompañando a los pacientes al cuarto de baño cuando lo precisan; se realiza la higiene diaria del paciente en el baño y no se hace uso de los pañales en pacientes continentes.

En este apartado, también se previene el deterioro funcional a través de un programa de movilidad por turno, incentivando a los pacientes a caminar por la unidad -y a sus familiares o cuidadores a acompañarlos- en cuanto su situación clínica lo permite. “En el convencimiento de que la movilidad de los pacientes es una constante más, hemos instalado unas tabletas en cada cama y, al ingreso del paciente, se le coloca una pulsera de monitorización que se vincula a estas tabletas, transfiriendo a la historia clínica los pasos que anda el paciente, la frecuencia cardiaca y las horas de sueño diariamente”, relata el especialista. Este sistema, que aprovecha las nuevas tecnologías en beneficio de la salud, sirve de motivación al paciente, sobre todo para la movilidad -continua-, y ha conseguido que todo el personal haya normalizado la inclusión de la actividad física y su medida como parte fundamental del tratamiento de los pacientes”.

Por último, se ha implantado un plan de prevención del delirium para disminuir el riesgo de cuadro confusional en estos pacientes, en el marco del cual se fomenta la presencia de objetos personales (fotografías, zapatillas de casa, etc) y todas las habitaciones cuentan con un reloj y un calendario para que los pacientes estén orientados en tiempo.

Primeros resultados de eficacia

Y los primeros resultados obtenidos desde el inicio de su implantación a mediados de 2017 -adaptándose en cada caso a las características propias de cada hospital-, que Martínez Peromingo califica de “muy buenos”, son la mejor prueba del éxito del programa. Así, según un estudio puesto en marcha que compara las medidas enmarcadas en la iniciativa con las convencionales, se está obteniendo una “disminución de la estancia en más de un día y una mortalidad un 2 por ciento menor, además de los previsibles resultados de menores úlceras por presión y mejor situación funcional al alta”, asegura el coordinador del programa.

Los cuatro centros madrileños en los que ya funciona esta iniciativa aportan, además, innovación frente a experiencias previas similares implementadas en otros de España y Europa, ya que el programa de la Fundación Jiménez Díaz y los hospitales universitarios Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba es el primero que consigue integrar la medida de la movilización a través de dispositivos wearables en la práctica médica habitual.

Asimismo, este nuevo modelo convierte a todos los actores que participan del mismo en “corresponsables” de la mejora de los pacientes, desde los celadores a los auxiliares, involucrando en realidad a todo el personal de hospitalización e, incluso, los familiares de los pacientes, cuya implicación en el programa es fundamental e imprescindible. Y es que “todos somos necesarios”, concluye Martínez Peromingo.
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