David Ezpeleta y José Pedro Espadas.
Las redes sociales se han erigido como una de las fuentes principales de entretenimiento en la actualidad. Su uso tiene ventajas, eso está claro, pero también hay
una serie de aspectos negativos que los usuarios deben conocer para ponerles remedio. Y es que, según una revisión sistemática basada en 71 estudios,
el consumo de vídeos de formato corto publicados en páginas como Youtube, TikTok o Instagram, entre otras, está relacionado con una
peor función cognitiva, y con la aparición de problemas de salud mental tales como el estrés, la ansiedad o la
depresión.
El metaanálisis, titulado ‘
Feeds, Feelings and Focus: Systematic Review and Meta-Analysis Examining the Cognitive and Mental Health Correlates of Short-Form Video Use’, se ha realizado para comprobar si realmente
el consumo adictivo de ‘scrolls’ de vídeos cortos está relacionado con una
peor capacidad de atención y dificultades en el control inhibitorio, y también si hay algún tipo de
repercusión negativa en la salud mental de los usuarios.
Por ello, se han revisado diferentes estudios que han incluido a
casi 100.000 participantes, de todas las edades, y tras un intenso análisis, los hallazgos sugieren que el consumo de vídeos en un formato tan corto
sí está relacionado con una peor función cognitiva – de atención o de control, entre otros- y,
aunque en menor medida, con problemas de salud mental, como la aparición de ansiedad, estrés o depresión.
Problemas de atención por el consumo de vídeos cortos
Tras leer la revisión sistemática,
David Ezpeleta, neurólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), ha reconocido a
Redacción Médica que, en consulta,
cada vez hay más adultos y jóvenes con problemas de atención, planificación, memoria y aprendizaje, y que las causas son muy diversas. "Habitualmente no se pregunta si el paciente consume vídeos cortos. Sin embargo, creo que
deberíamos incluir en la entrevista clínica, especialmente en pacientes jóvenes, preguntas que exploren cuestiones como:
si hacen uso abusivo de las
redes sociales, o si consumen videos cortos sin control y hasta altas horas de la noche, entre otras preguntas", ha explicado.
Sobre las
consecuencias a largo plazo del consumo de este tipo de vídeos, Ezpeleta lo tiene claro:
crea conductas problemáticas y adictivas. De hecho, el mecanismo es similar, según su opinión, a una "máquina tragaperras". "La mayoría de estos estímulos -vídeos cortos- son irrelevantes hasta que aparece el que nos gusta. Sucede lo mismo cuando se consulta continuamente la bandeja de entrada del email, o se comprueban las redes sociales para ver si alguien nos ha dejado un ‘like’ o comentario", ha explicado.
Consecuencias de ser adicto a las redes sociales
Por tanto, para este neurólogo, las consecuencias son "muchas", pero ha destacado dos de ellas. Por un lado, se produce una
desensibilización, de modo que, con el paso del tiempo,
esa gratificación al ver los vídeos cortos es menor, a pesar del aumento del consumo. Paralelamente,
se pierde también la motivación e interés por las tareas que exigen tiempo y reflexión, como leer un libro o un informe extenso. "La atención dividida en un sinnúmero de estímulos termina produciendo una pérdida de la capacidad atencional para mantener el foco, que es clave para memorizar y aprender", ha subrayado.
Aun así, el cerebro es "plástico" y
sí puede recuperarse de esa adicción si se reorienta la conducta del usuario a un uso “sensato y comedido” de las pantallas y las redes sociales. “También habría que priorizar otros cambios, como
potenciar la lectura en papel, la escritura a mano, las relaciones sociales presenciales o la alimentación sana y equilibrada, entre otras”, ha detallado.
Recuperarse de la adicción a las redes sociales
Pero, si la situación se ha prolongado en el tiempo y se han añadido comorbilidades como la ansiedad, depresión, insomnio o algún trastorno de la conducta alimentaria, Ezpeleta recomienda que el usuario
se ponga en las manos de un profesional, porque, aunque es posible,
la recuperación será “mucho más complicada y prolongada en el tiempo”, ha concluido.
Unas apreciaciones que comparte prácticamente en su totalidad
José Pedro Espada, catedrático de tratamiento psicológico en la Universidad Miguel Hernández de Elche, y miembro de la subdivisión de Psicología infanto-juvenil del Colegio Oficial de Psicólogos (COP). Tras leer el estudio, este profesional ha destacado el
gran tamaño de la muestra y su rigor metodológico. "Hay que matizar que son resultados correlacionales, por lo que informan de coocurrencia, no de casualidad. Y es especialmente significativo porque
desmonta una idea extendida de que los efectos negativos del uso de estas plataformas
solo recaen en los jóvenes. Los datos muestran que tanto ellos como los adultos presentan patrones similares de riesgo, lo que indica que el diseño de estas aplicaciones, y no solo la edad, son factores críticos", ha argumentado.
¿Cómo afecta el consumo de vídeos al rendimiento académico?
Y es que, el estudio muestra asociaciones "claras" entre
mayor uso de vídeos cortos, peor capacidad de atención y dificultades en el control inhibitorio. "Se tratan de
habilidades esenciales para el rendimiento académico y el autocontrol emocional en niños, por lo que
los hallazgos son especialmente preocupantes pensando en los contextos educativos”, ha añadido a
Redacción Médica.
Respecto a los problemas que generan en la salud mental de los consumidores, este psicólogo ha indicado que, aunque los efectos son "moderados o débiles",
existe una tendencia consistente a mayor estrés, ansiedad y síntomas depresivos. Eso sí, ha mostrado su sorpresa al no observarse en el análisis la relación de estos vídeos con la
autoestima e imagen corporal. "La explicación puede depender más del tipo de contenido que del tiempo de uso", ha explicado.
Descenso en la capacidad de atención sostenida
Sobre su experiencia en consulta con pacientes que muestren deterioro cognitivo o problemas de salud mental por el consumo de vídeos cortos, Espada ha reconocido que lleva tiempo observando “varios indicios” que informan de un
descenso en la capacidad de atención sostenida, pero no solo en las consultas clínicas, sino también por lo que informan los propios padres y docentes.
"No conocemos la influencia directa de estas plataformas, pero sí que el uso de vídeos cortos es una tendencia en alza y también el descenso de la atención mantenida durante tiempos largos. Cuando el deterioro atencional no proviene de un TDAH neurobiológico sino de un patrón adquirido -por ejemplo, por la exposición intensiva a vídeos cortos-,
la intervención se centra en reentrenar los sistemas atencionales y corregir los hábitos que han generado la sobreestimulación”, ha subrayado.
Eso sí, al igual que Ezpeleta, este psicólogo ha explicado que
el deterioro suele ser reversible porque la sobreexposición a estímulos rápidos es funcional, y no estructural. "Los estudios sobre neuroplasticidad muestran que la atención se recupera cuando se reduce la sobreestimulación. Por otro lado, las intervenciones de entrenamiento atencional y regulación digital logran mejoras en pocas semanas", ha terminado.
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