Una profesional sanitaria utilizando un ecógrafo.
En diferentes salas de partos, tres MIR de Ginecología comparten su vocación y viven el momento con especial atención. Su función, aseguran, es acompañar, escuchar y aprender de cada mujer. Así, Lucía, Clara y Ana (nombres ficticios para atender su petición de mantenerse el anonimato) hablan en Redacción Médica sobre la ilusión con la que acompañan a las mujeres en uno de los momentos más importantes de su vida, del aprendizaje constante que supone y de la responsabilidad de cuidar tanto la salud como la experiencia de las embarazadas. Para ellas, la atención respetuosa del parto es un pilar fundamental en Ginecología, percibiendo la violencia obstétrica como algo lejano, más ligado a prácticas del pasado que a la forma en la que las nuevas generaciones de médicas entienden su profesión, sustituida por una mirada más respetuosa y centrada en las pacientes.
El papel que desempeñan, tal y como aclaran Lucía y Clara, dos amigas que son actualmente R1 de esta especialidad en dos hospitales distintos de Valladolid, es "progresivo". "Al principio miramos y
nos explican paso a paso todo el proceso del parto, no solo el momento del expulsivo, sino también la la dilatación y todas las actividades del parto", cuentan. Aunque no es lo único, ya que también es importante "aprender a leer el monitor, saber diagnosticar las complicaciones obstétricas que pueden pasar".
Aprender, siempre bajo supervisión
De mirar, ya se pasa poco a poco a la acción: "Luego te van dejando ir haciendo cada vez más cosas, pero siempre bajo supervisión. Nunca estamos solas, siempre hay gente ahí para ayudarnos". En caso de que un caso se complique mínimamente, Lucía asegura que "se llama al adjunto para que ayude y para que esté pendiente". En este sentido, insiste en que las MIR, aunque entren con una matrona al paritorio, nunca está sola porque "siempre desde fuera va a haber
otra persona que está pendiente constantemente de que todo vaya bien".
"Nuestra labor es aprender es aprender, aprender y aprender", continúa. También especifica que la R1 comienzan esa labor de aprendizaje por los
"partos normales y eutóficos", es decir, sin complicaciones. "A la mínima que haya algo raro, por pequeño que sea, nosotros tenemos que avisar al adjunto y ellos se encargan de gestionar y de llevar ese parto". En este contexto, Ana, R1 del Gregorio Marañón en Madrid, destaca que la principal función de los MIR en Ginecología es "acompañar a las mujeres y vigilar la evolución del parto para ayudar a que vivan esa etapa de su vida de la forma más segura posible".
La violencia obstétrica, cada vez más lejana
Aunque es cierto que no se puede negar que existen casos de violencia obstétrica, algo que preocupa mucho a las mujeres embarazadas, Clara señala que nunca ha vivido uno de ellos. En los partos que ha presenciado, asegura, "siempre se han tratado a las pacientes con muchísimo cariño, se les anima un montón a lo largo de todo el proceso del parto porque al final
es un proceso largo, parir no es ir y soltar al niño y ya". Ana, por su parte, detalla que las mujeres "siempre están informadas" y que el concepto de violencia obstétrica lo siente "muy lejano", como algo que "no encaja con la práctica médica habitual".
En la misma línea, Lucía afirma que parte de la labor del personal sanitario es hacer el parto "lo más tranquilo y relajado posible, siempre animando a la madre, animando al padre si también está o al acompañante, siendo el principal objetivo que la mujer esté lo mejor posible". Sin embargo,
las expectativas del embarazo en ocasiones juegan una mala pasada porque, al final, no corresponden con la realidad. "A mí a veces me da un poco la sensación de que las expectativas de algunas personas hacen que perciban el parto como una situación diferente a la que realmente es", dice Clara.
En este sentido, reconoce que el parto "está muy romantizado y eso a veces hace que algunas mujeres puedan sentir que es
una situación más hostil de lo que esperaban", pero es una sensación siempre alejada de la violencia obstétrica. "No es una situación bonita, es un momento de dolor, de estar súper vulnerable e incluso se puede decir que lo que está pasando en tu cuerpo es violento", lo que influye en esas expectativas generadas.
Educación durante la residencia y "desde casa"
Sobre la comunicación con la paciente y prevención de la violencia obstétrica, Ana considera que son aspectos vinculados "a la cultura del servicio", pese a que la propia experiencia y formación en el hospital "te sirve para aprender a mejorar cómo atender a cualquier paciente". Pero en esta especialidad "más delicada", Lucía y Clara aseguran que
tratan siempre a las personas "con el máximo respeto". "Da igual que sea una mujer embarazada, una mujer que viene por un sagrado o por otro motivo".
Esto lo dicen porque también hacen guardias en Urgencias y "hay que tratar a todo el mundo con respeto", pero Lucía también reconoce que, "como todo, la educación, los valores y la humanidad se traen de casa". En caso de
una mala comunicación con el paciente o una actitud brusca, los adjuntos te aconsejan: "Te dicen cómo se hacen las cosas, cómo hablar a la paciente o te recomiendan qué comentarios no debes hacer porque pueden sentar mal". Ellas tienen claro que la atención respetuosa "depende más de la persona que de la generación" y Ana, por otro lado, entiende que si han elegido Ginecología es porque tienen "muy interiorizados el respeto, la humanidad y la seguridad".
Autonomía de las mujeres embarazadas
En cuanto a la autonomía de las mujeres, Lucía incide en que se respeta mucho. Por ejemplo, en el caso de que una embarazada no quiera ponerse la epidural. En cambio, "hay procedimientos que sí que hay que hacer porque los necesitas para saber cuál es la evolución del parto" como
la exploración vaginal: "Para saber cómo va la dilatación, cómo está el bebé, si va a poder parir bien o si va a necesitar ayuda necesitas explorar. Entonces, si una paciente dice que no quiere, es un poco contraproducente". Aun así, las mujeres reciben desde el principio un
documento de atención y preparación al parto. "Ellas marcan lo que consienten y lo que no, aunque luego ese documente puede cambiar si en el último momento la paciente si quiere ponerse la epidural. Es orientativo, pero es una forma de respetar su decisión y a lo mejor es algo que antes no se hacía", reflexiona Clara.
Pero, desde luego, piensa que no es un tema de mentalidad en generaciones, si no una cuestión de "actualización" tanto de ciertas cuestiones sociales como de los protocolos de los hospitales, dentro de los cuales "se valora esa autonomía". "A mí si me viene un día una embarazada de 38 semanas y me pide una cesárea, no le voy a hacer una intervención quirúrgica si no está indicado, porque es que al final es peor para ella y para el bebé", asegura Lucía. La solución, entonces, es "buscar la forma de que lo entiendan y que sus decisiones sean lo mejor para ellas y para sus bebés".
"Si haces algo sin indicación y pasa algo, la responsabilidad es tuya, entonces l
os protocolos existen por algo y tienen evidencia. La autonomía al final tenemos que tener en cuenta, pero "sin olvidar que hay que seguir el criterio médico", sigue Clara, aunque ambas aseguran que normalmente las mujeres suelen estar de acuerdo con las recomendaciones médicas. Por esta razón, lejos de cambiar la forma de atender a las pacientes, Ana cree que se debería seguir reforzando "
la comunicación, la escucha activa y el trabajo en equipo con la paciente" para que la tendencia actual se instaure por completo y ya no haya ningún caso de mujer que se haya sentido violentada.
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