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25 feb. 2014 17:55H
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Cuando un deportista hace trampa, y desequilibra a sabiendas la balanza a su favor, afecta indefectiblemente a su reputación a largo plazo, pues sus futuros rivales lo enfrentarán con desconfianza y exigirán que su participación se ajuste a las reglas del juego.

El mundo del deporte está plagado de timos de leyenda que confirman las nocivas consecuencias que tiene optar por la calle del medio. Así le sucedió al boxeador mexicano Antonio Margarito, quien conoce bien el agrio sabor que hace arder la garganta del tramposo.

Su calvario comenzó cuando una investigación posterior a su pelea contra el estadounidense Shane Mosley reveló que uno de los miembros de su esquina había intervenido sus guantes con yeso de París, infringiendo el reglamento.

La suspensión de su licencia de boxeador durante dos largos años por parte de la Comisión Atlética de los Estados Unidos fue la menos mala de las secuelas para Margarito. Lo peor de la historia de sus guantes de yeso fue que lastraron para siempre su imagen profesional y, del mismo modo que al pastorcito mentiroso de la fábula, a Margarito ahora sus adversarios ya no le creen nada.

Manny Pacquiao, boxeador filipino, con quien pactó su gran regreso tras el castigo de la comisión, fue el primero en poner en duda su inocencia. "Desde luego, creo que él lo sabía. Él es quien venda sus manos. Simplemente, está buscando una coartada por alguna razón", dijo antes del combate en el que no sólo le dio una paliza, sino que le causó una seria lesión en el ojo.

La carrera del púgil mexicano Antonio Margarito quedó con una gran mácula después del infame incidente del yeso de París, y pese a que las opiniones con respecto a su absolución o a su condena están divididas, sólo el tiempo dirá si fue una buena idea o no haberle permitido volver al ring. Pero la duda siempre estará allí, acompañándole como su sombra cuando cae el sol.

Margarito quedó manchado y así también le ha pasado a la exconsejera de Sanidad, la señora María Jesús Mejuto, a la que al menos once personas que disputaron con ella una plaza en las oposiciones de Cirugía General-Aparato Digestivo del Servicio Extremeño de Salud (SES) ya no le creen nada, lo mismo que el resto de Extremadura. Cuando se subió al cuadrilátero del proceso selectivo, esta señora de la confianza del expresidente Guillermo Fernández Vara lo hizo con los guantes bien fraguados, bien duros como las piedras del río.

Sin contar la enmarañada historia de cómo se convocaron esas oposiciones (merece un capítulo aparte el hecho de que la convocatoria se publicase dos días después de la abstención de IU y que el plazo de inscripción de las solicitudes fuese de dos meses, cuando lo normal es que hubiese sido de 20 días hábiles), hay varias pistas que apuntan a que se puso los guantes bien puestos.

La ex consejera se coronó como la reina del examen que ella misma convocó, con mucha diferencia frente a sus contrincantes. Un 9,3 frente a un 6,4 que obtuvo el segundo competidor, en una prueba en la que, para más sonrojo del personal, el árbitro fue su jefe en sus años mozos como interina y luego, el titular de sus favores cuando ella disfrutaba de las mieles del poder.

Tampoco hace falta entrar en el vergonzoso hecho de que mientras se resuelve esta OPE, la señora ocupa una plaza de interina creada a su medida, a la que accedió también con una nota superior, nada más y nada menos que con un 15/15, frente al 5,5 que obtuvo el segundo aspirante.

No es necesario hacer referencia a que antes de ser consejera, Mejuto ya tenía puesta la mirada fija en la plaza por la que ahora compite. No se explica, si no, que los años que pasó siendo subdirectora médico del Área de Salud de Mérida lo hiciera sin contrato, para así seguir computando a efectos de antigüedad, seguir mejorando su carrera profesional y a la vez cobrar un sueldo de alta dirección. Jugada maestra.

Todo lo anterior sobra, cuando nos ceñimos a las consecuencias de esta trampa. Hoy el DOE publica que la señora Mejuto ha provocado la paralización del proceso selectivo, lo que supone una gran incertidumbre para los aspirantes, tanto para los que aprobaron como para los que no.

Ahora habrá que seguir esperando a que los trámites administrativos sigan su curso y se resuelvan los once recursos presentados por otros tantos opositores que se han sentido timados. Y la resolución, de confirmarse los hechos, puede darse en dos términos: repetir el examen a la ex consejera o repetirlo para el conjunto de aspirantes. Sea cual sea el desenlace, el daño es inmenso y ya está hecho.

La carrera del púgil mexicano Antonio Margarito quedó con una gran mácula después del infame incidente del yeso de París. La carrera de Mejuto, igualmente manchada por su absoluta falta de ética y su caradura, también queda en entredicho. Los guantes de yeso es lo que tienen, si cuelan te colocas el cinturón de campeón y, si te pillan, te coronas con el descrédito del tramposo. Una vergüenza que, además, les fastidies el torneo al resto de púgiles que jugaron limpiamente.


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