La seguridad clínica involucra a enfermo, profesional e institución



30 sept. 2013 16:26H
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Javier Barbado. Madrid
El coste de los eventos adversos evitables en la Comunidad Valenciana se calcula en 120.000 euros por cada 1.000 ingresos hospitalarios, y, cada año, la autonomía gasta 739.000 euros debido a estos sucesos, según ha confirmado a Redacción Médica el jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Calidad Asistencial del Hospital San Juan de Alicante, Jesús María Aranaz, quien los ha presentado en su intervención en la ‘Jornada Seguridad del Paciente’ organizada por el servicio vasco de salud en el Palacio de Congresos Europa de Vitoria-Gasteiz.

Jesús María Aranaz Andrés.

En este contexto, Aranaz ha anunciado que el reto actual en seguridad del paciente estriba en mantener las estrategias de eficacia probada (como, por ejemplo, los “exitosos” programas de Bacteriemia Zero o de Neumonía Zero) y, en segundo término, extender por toda España las medidas que se han demostrado válidas en una comunidad autónoma como la valenciana, que emite un informe de periodicidad anual, el estudio Epidea, donde de analizan los resultados de las diversas experiencias relacionadas con esta materia.

Ante un evento adverso –siempre según el entrevistado–, el enfermo tiene varias opciones, todas ellas legítimas, que se resumen en pedir explicaciones por el error clínico acaecido, reclamar, en su caso, una compensación económica, y, ante todo, asegurarse de que lo sucedido no se repetirá en el futuro, para lo cual se debe implementar una acción sanitaria específica previo estudio del problema.

Además, Aranaz ha insistido en que el profesional es “la segunda víctima” de los eventos adversos, en ocasiones hasta el punto de que se ven obligados, por razones personales, a abandonar la profesión. “Pero es que, además, padecen una serie de signos y síntomas de enfermedad identificables” que requieren, por lo tanto, de la debida atención sanitaria.
Por último, y de acuerdo con este especialista, la seguridad del paciente comenzó a desarrollarse como un elemento con entidad propia en la asistencia sanitaria cuando, en el último cuarto de siglo pasado, se produjo una ruptura en el engranaje existente ente paciente, profesional e institución, en particular en Estados Unidos, país pionero, por tanto, en este aspecto de la clínica.

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