11 ene. 2011 18:23H
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Creo que a día de hoy nadie puede tener duda de que cualquier empresa grande, seria e inmersa en cualquier actividad depende de “personas humanas”, que se suelen llamar generalmente accionistas. Estos en todos los sectores y países entienden solo y exclusivamente de la rentabilidad de sus acciones, es decir, de su inversión. En este grupo de inversores, en mayor o menor cuantía, están incluidos la mayoría de los ciudadanos medios de los países desarrollados. Es decir, lo bueno o lo malo de las grandes empresas son los ciudadanos.

Hoy vemos televisiones a color, LED, HD, 3D, WIFI… Todo gracias a que en su tiempo se vendieron muchas televisiones de tubo, en blanco y negro, obteniendo así una alta rentabilidad que a su vez ha mantenido fieles a los inversores, que han permitido de esta forma sostener de forma constante la investigación y por deriva ha mejorado el producto final. Si esta máxima comercial no se hubiera cumplido aun estaríamos con las televisiones primitivas. El sector farmacéutico, como no podía ser de otra forma, ha sido clásicamente rentable de este modo a los inversores. Es decir, los ciudadanos han acudido a depositar su dinero en este sector. Gracias a esta confianza empresarial hoy en día se curan las enfermedades infecciosas con antibióticos de todo tipo, vacunas magníficas que han hecho desaparecer prácticamente las epidemias y lo harán con algún tipo de cáncer, y además existe tratamiento efectivo para casi todas las enfermedades crónicas. Es decir, se ha prolongado la expectativa de vida y la calidad a expensas de los grandes avances médicos y, entre ellos, sin duda, el medicamento. Luego es obvio y probablemente inevitable que dado que la gente vive más, deberá gastar más en pensiones, medicamentos, recursos. Luego habrá que racionalizar, pero, sin duda, aceptar este hecho.

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