27 feb. 2016 20:21H
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Carlos Corominas. Madrid
Las relaciones nunca son fáciles. Dudas, desconfianza e incluso celos pueden minar una amistad, un matrimonio y hasta la relación médico-paciente. Pero, ¿quién tiene la culpa en este último caso? Siempre se suele mirar al sanitario como el responsable de mantener un trato adecuado y una buena comunicación con los enfermos. Sin embargo, pocas veces se suele pensar que esa es una labor de dos en la que el paciente también debe implicarse para que la ‘pareja’ siga funcionando.

Que este vínculo se mantenga firme es, en ocasiones, un trabajo arduo, también para el profesional. Y es que los pacientes son personas y, claro está, los hay de todos los tipos: altos, bajos, guapos, feos, hombres, mujeres, niños, niñas, listillos, sabiondos, majos, bordes, vergonzosos, mentirosos. “Yo no tengo ninguna preferencia, aunque supongo que ningún médico te dirá que la tiene”, asegura Emilio Casariego, médico internista y presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), quien afirma que al final lo importante es adaptarse al perfil de cada uno. Y eso, a su juicio, sólo se consigue con dos elementos: empatía y confianza.

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