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27 abr. 2016 17:00H
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Nunca en la historia de la Medicina ha habido un tema del cual se haya hablado, estudiado e investigado tanto como el concepto de la relación médico-paciente. En nuestro país es el profesor Laín Entralgo el que más y mejor ha estudiado esta relación de forma especial y completa en dos de sus obras, de consulta necesaria y obligatoria si se quiere estudiar esta relación ('La relación médico paciente' y 'El médico y el paciente') y comprender cómo se ha venido manteniendo desde el siglo XVIII antes de Cristo hasta nuestros días.

Evidentemente en el año 1728 a. de C. aparece una primera regulación del ejercicio de la Medicina, en el Código de Hammurabi. En este código se intenta una aproximación a la relación médico-paciente, incluyendo un señalamiento de penas para castigar los errores médicos.

Sin duda, la evolución histórica de esta relación, está vinculada a la propia evolución de la asistencia sanitaria, formando parte de la misma historia de la Medicina. Los cambios acaecidos en el último tercio del siglo XX hasta nuestros días en la asistencia médica, tanto los tecnológicos, las modificaciones sociales, comunicativas y el respeto a la voluntad del enfermo, están modificando tanto la nominación de la relación médico-paciente como su contenido conceptual.

No es el momento de justificar la importancia de esta relación médico-paciente, que durante cerca de cuarenta siglos se ha venido manteniendo y reconociendo como tal, haciendo una prolija relación y razonamientos en defensa de la importancia de la misma.

No vamos a detenernos en las distintas etapas por las que ha pasado esta relación a lo largo de los siglos. Ni en la Relación Paternalista, ni en la Relación Oligárquica, pero sí lo hacemos en la Relación Democrática, que abarca el último tercio del siglo XX hasta nuestros días, siendo en este periodo en el cual se están produciendo las innovaciones más importantes y trascendentales en esta relación.
 
De forma sutil, el político-burócrata, los tecnócratas y los gestores administrativos, han ido modificando la denominación del sujeto enfermo, sin que los médicos nos percatáramos de la importancia de estas modificaciones tan sibilinas, y así pasáramos de; PACIENTE a ENFERMO, de enfermo a USUARIO y actualmente de usuario a CLIENTE.Y, qué casualidad, hemos sustituido la relación médico-paciente, por la relación médico-CLIENTE y ya se sabe, el cliente siempre tiene la razón. Por primera vez el médico propone y el enfermo dispone.

Es llegada la hora de buscar la complicidad de nuestros enfermos y defender el protagonismo del acto médico en el binomio inseparable de médico-paciente en el cual el médico aporta su conocimiento y el enfermo deposita en el médico y la Medicina su confianza, los auténticos protagonistas del acto médico.

El consentimiento informado se considera actualmente y así lo defiendo, como un derecho moral básico del enfermo, pero sobre este consentimiento tanto en su formato como en sus formalidades actuales, no existe ni un criterio único ni una total defensa para seguir manteniéndolo así. Apareciendo las dudas sobre la validez, sus excepciones y las objeciones, siendo estas duda en algunas ocasiones, la puerta de entrada a una Medicina Defensiva.

El bioeticista norteamericano Mark Siegler defiende que estamos actualmente en la era de la MEDICINA GESTIONADA, en donde los médicos y los paciente estamos subordinados a las decisiones de los político-burócratas y de los gestores que están poniendo en peligro la relación médico-paciente, como ha venido entendiéndose durante casi cuarenta siglos. Con el argumento de los costes y los resultados gobiernan la sanidad y desprecian la autonomía de médicos y pacientes, sin haberse puesto la bata ni un solo día.

Otros dos factores han venido a perturbar la relación médico-paciente como son: la innovación tecnológica (como pantalla entre el médico y el paciente dificultando la relación) y, por otro lado, la revolución informática (con reclamo publicitario en el catalogo de prestaciones, ofertando el diagnostico y tratamiento por video-conferencia).

¿Resignación o rebeldía? Yo rebeldía. Quiero seguir defendiendo la relación médico-paciente, como la vinculación inicial del médico y el paciente, como una relación interpersonal con connotaciones éticas, solidarias, profesionales, humanitarias y sociológicas.

Pasemos a la acción en esta defensa, proponiendo la inclusión de la relación médico-paciente dentro de los bienes reconocidos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
         
El querer ir es ya estar yendo. Saquemos el billete. 

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