Redacción Médica charla con Francisco García, que hace 20 años atendió al concejal asesinado por ETA Miguel Ángel Blanco

Habla el médico que atendió a Miguel Ángel Blanco: "Al llegar, respiraba"
A la izquierda, el concejal asesinado, Miguel Ángel Blanco; a la derecha, el médico Francisco García Urra.


10 jul. 2017 15:00H
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POR JUANMA FERNÁNDEZ
“Un médico siempre piensa que se puede equivocar y ojalá esa vez hubiera sido así”. Son palabras de Francisco García Urra, que el 12 de julio de 1997 tuvo que atender a Miguel Ángel Blanco, el concejal del Partido Popular vasco que dos días antes había sido secuestrado por ETA. El joven político llegó al Hospital Universitario de Donosti con dos tiros en la cabeza: “Entró prácticamente en muerte clínica pero aún respiraba un poco de forma espontánea”, recuerda.

Poco antes de las cuatro de la tarde les habían avisado de que había aparecido vivo; sin embargo, “a los diez minutos nos volvieron a llamar para comunicarnos que llegaba intubado y con herida de bala en la cabeza”. “Cuando llegó el paciente, dadas las características, pasamos por radiodiagnóstico, le hicimos un escáner, vimos las heridas de las balas: tenía un traumatismo, había muchas subfusiones hemorrágicas, un edema cerebral importante… Así que le estabilizamos hemodinámicamente, le hicimos analíticas… Pero los primeros indicios ya eran de muerte clínica”, recuerda el facultativo.

García Urra, en cambio, reconoce que la triste experiencia que tenían en ese hospital por la trayectoria asesina de la banda terrorista les hizo temer lo peor desde el primer momento: “Por el tipo de bala que era, solo podíamos pensar que era mortal”, reconoce. A partir de ahí, caída ya la noche, “dejó de respirar espontáneamente y le hicimos el primer electroencefalograma, que ya era plano”. Sin embargo, se sucedieron unas horas más sin que se notificara el fallecimiento: “En aquella época, por cuestiones legales, había que hacerle una segunda prueba para certificar la muerte, por eso hasta casi las cinco de la mañana no pudimos confirmar que había fallecido”, asevera el que entonces era médico adjunto de la Unidad de Cuidados Intensivos.

"Como médico aprendí como en cualquier otro caso"

De los recuerdos, apenas los de una marabunta de periodistas en las afueras del hospital (“había tantos focos que parecía de día”) y la tranquilidad de que hicieron todo lo posible y en las condiciones oportunas. “Hablamos con la policía para que procuraran que nos dejaran trabajar y la verdad es que todo el mundo tuvo una gran amabilidad con nosotros”, afirma. En todo caso, la mayor injerencia fue la visita de tantas personalidades: “Eso nos obligaba a tener que repetir el mismo parte médico varias veces, pero es algo comprensible dadas las circunstancias”.

García Urra no duda, en todo caso, en admitir que como médico no aprendió “ni más ni menos que en cualquier otro caso”. Le queda, como ciudadano, la memoria de una esperanza que se diluyó (otra vez) respecto a la clemencia que pudieran tener los etarras: “ETA no amenazaba sino que ejecutaba, y esa vez fue una más”, sentencia antes de concluir con una reflexión que le acompañó toda aquella triste jornada de julio: “Siempre supimos que el protagonista, por desgracia, era él y en ningún caso nosotros”.
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