Dos expertos en el examen MIR ofrecen su visión sobre la preparación estival de los futuros residentes

 Fernando de Teresa, de CTO, y José Curbelo, experto MIR de la Universidad Francisco de Vitoria. Dos expertos en el examen MIR ofrecen su visión sobre la preparación estival de los futuros residentes
Fernando de Teresa, de CTO, y José Curbelo, experto MIR de la Universidad Francisco de Vitoria.


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El verano es, para muchos aspirantes al MIR, la etapa más larga y exigente del calendario de preparación. Pero, ¿es también la más productiva? En un vídeo reciente, José Curbelo, coordinador de formación médica en la Universidad Francisco de Vitoria y experto en el examen, alerta sobre una tendencia que, asegura, se repite todos los años: una “curva de rendimiento” descendente a medida que avanzan los meses estivales.

Según su experiencia, muchos opositores comienzan junio con entusiasmo, mantienen un ritmo aceptable en julio, pero sufren una caída progresiva en agosto que se acentúa en septiembre. “Todos los años pasa lo mismo. En junio se comienza con buen pie, julio se mantiene aceptable, pero en agosto y especialmente en septiembre el rendimiento cae en picado”, señala Curbelo. En sus palabras, los aspirantes llegan al final del verano con la sensación de no haber aprovechado el tiempo y con una fatiga que condiciona el tramo decisivo del curso.

Este análisis contrasta, en parte, con el planteamiento de Fernando de Teresa, profesor y preparador en CTO, quien subraya la importancia estratégica de julio, agosto y septiembre en la carrera hacia el examen. “Los meses más importantes de la preparación MIR son, precisamente, julio, agosto y septiembre”, asegura. La razón, según explica, es que “son los únicos meses que realmente pueden marcar diferencias” entre aspirantes, ya que en el tramo final, octubre en adelante, todos estudian mucho y mantienen el esfuerzo con regularidad.

El verano etapa decisiva para marcar diferencias en el MIR


De Teresa defiende que el verano no es solo clave por duración, sino también por oportunidad: es el momento en que el esfuerzo puede traducirse en ventaja frente a otros opositores. “Ahí ya no puedes marcar diferencias con otros. Lo único que haces es conservar la distancia que ya llevas: tanto con los que van por delante como con los que vienen detrás”, afirma sobre los meses inmediatamente anteriores al examen. Por el contrario, “la época en la que sí puedes adelantar significativamente a un gran número de personas que están por delante de ti es, precisamente, cuando no todo el mundo está al mismo nivel”.

Para ello, CTO establece desde la segunda semana de junio un programa intensivo que exige diez horas diarias de estudio. La clave está en mantener ese ritmo sin caer en el desgaste prematuro que describe Curbelo, quien insiste en que la motivación no siempre se mantiene linealmente durante el verano. En su intervención, subraya que la preparación ideal sería una curva ascendente, pero que la mayoría de los aspirantes, en la práctica, acusan un cansancio acumulado a partir de agosto. “La mayoría de estudiantes llegan a septiembre cansados, con la sensación de que han perdido el verano, y en ese mes aparece una fatiga muy intensa”, advierte.

El enfoque, la clave para el examen


Ambos expertos coinciden, no obstante, en que no basta con estudiar muchas horas: es imprescindible adaptar el enfoque según el momento del calendario. De Teresa explica que, en verano, el objetivo es “controlar cada asignatura por separado y retener lo máximo posible”, con un enfoque compartimentado. En cambio, cuando quedan tres meses para el examen, comienza una fase distinta: “Empezamos a abrir cada una de esas cajitas para que el estudio se vuelva más transversal, relacional, más global”, indica. Pero esa última fase, advierte, no puede funcionar si no se ha trabajado a fondo durante los meses previos: “Si no, el conocimiento no se asienta de la misma forma”.

Por tanto, la aparente contradicción entre la visión de desgaste de Curbelo y la estrategia intensiva de CTO encuentra un punto de contacto en la necesidad de planificación realista. Mientras uno alerta del riesgo de sobrecargar el verano sin medir la resistencia, el otro propone justamente ese tramo como el campo donde se pueden marcar las mayores diferencias si se estudia con método y enfoque adecuados.

Curbelo no niega la importancia de los meses estivales, pero lanza una advertencia sobre el desequilibrio entre las expectativas y la capacidad de sostener el esfuerzo. De Teresa, por su parte, apuesta por una preparación ambiciosa desde junio y considera que los resultados del MIR se definen, en buena medida, por lo que se logra durante el verano.

El mensaje compartido por ambos es claro: el verano importa, pero no garantiza resultados por sí solo. La diferencia la marca cómo se gestiona la energía, la constancia y la calidad del estudio a lo largo de los meses. Y en ese terreno, la curva puede ser ascendente, descendente o plana, dependiendo de cada aspirante.
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