La Revista

Uno de los pocos supervivientes del accidente de un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya en 1972

Roberto Canessa, del 'Milagro de Los Andes' al de la Cardiología infantil
Roberto Canessa el día que volvieron a la civilización.


4 feb. 2017 20:00H
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POR J.ROIBÁS
El 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de Los Andes cuando volaba desde Montevideo hacia Chile para llevar a un equipo de rugby, el Old Christians, a jugar un partido. A bordo se encontraba Roberto Canessa, un estudiante de Medicina de 19 años que se convirtió en una de las figuras clave de una historia inmortalizada en el cine y recordada por la práctica extrema a la que los supervivientes tuvieron que recurrir para superar la situación.

Convertido en un cardiólogo infantil de renombre, Canessa observa ahora con perspectiva la situación límite a la que tuvieron que hacer frente sin agua ni alimento, con temperaturas de 30 grados bajo cero y con varios compañeros heridos como consecuencia del impacto, y considera que aquella fue una experiencia de la que extrajo un sinfín de lecciones vitales que ha podido aplicar tanto a su día a día personal como profesional.

La historia del accidente y de cómo tuvieron que afrontar la situación se ha contado en innumerables ocasiones a través de artículos, documentales e incluso una película, ¡Viven! (Alive, en la que Canessa estuvo interpretado por el actor Josh Hamilton). Lo que no es tan conocido es el ‘después’ de los protagonistas de aquella tragedia, algo que Canessa ha plasmado en su libro Tenía que sobrevivir, el cual se presentará en España en marzo y que ya ha salido a la venta en varios países de América Latina con una buena acogida del público.

En una entrevista concedida a LA REVISTA de Redacción Médica, el uruguayo explica que en la obra, escrita en colaboración con Pablo Vierci, explica la “alegría enorme” de poder cumplir los sueños que pensaba que jamás podría y narra cómo su vocación médica guió su vida a raíz del accidente.

El actor Josh Hamilton (izquierda) junto a Roberto Canessa (derecha).

“Haber estado al borde de la muerte me hace saber mejor qué es lo siente el paciente”, asegura Canessa, que durante todo el tiempo que permanecieron hacinados en lo que quedaba del fuselaje del avión –que subraya que era un ambiente totalmente aséptico debido a las bajísimas temperaturas- se convirtió en un “intensivista sin tener los conocimientos”.

FALTA DE ALIMENTOS

Encerrados y con la esperanza de que viniesen a rescatarlos en algún momento, poco a poco los alimentos fueron acabándose. “Fue un experimento de comportamiento humano. Si agarras a gente civilizada y no le das nada de comer por un tiempo y algunos de ellos están muertos, yo creo que naturalmente se va a llegar a la antropofagia. Hay todo un proceso mental y psicológico de cómo pasas de ser civilizado a la antropofagia por la necesidad que tiene el organismo”, mantiene Canessa.

Sin visos de ser rescatados y sin nada que llevarse a la boca, el reducido grupo de supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya tuvo que alimentarse con la carne de sus compañeros fallecidos para poder sobrevivir. Sobre ello, señala que él primero se lo planteó desde un punto de vista “teórico” acerca de si comerse a un compañero para sobrevivir “estaba bien o mal”. “Cada uno tenía sus dudas”, relata.

“La mía era si estaba tomando ventaja de un amigo que ya no existía. Era una cosa medio extraña, y entonces pensé que si yo fuera el muerto con gusto daría mi carne para que los demás sobrevivieran”, asegura Canessa, que en ese momento resolvió que “el problema moral estaba saldado”.

En ese sentido, el facultativo destaca que “vale la pena sobrevivir”, un pensamiento que le “empujó” a ser el precursor dentro del grupo de supervivientes, que siguieron los pasos de Canessa.

Imagen del cartel de la película ¡Viven!

“Fue un pensamiento adelantado. En aquella época la donación de órganos era poco frecuente. Hoy en día es bastante habitual. La sociedad actual está acostumbrada a que vivas con un pedazo de otro. Antes era algo más primitivo. Esa experiencia en Los Andes abrió muchas puertas de investigación y avances que al ser humano le ha costado asimilar desde el punto de vista psicológico”, asegura.

Preguntado acerca de qué fue lo más duro de aquella experiencia, al margen de tener que consumir carne humana, fue cuando, en un momento en el que pensaban que no podían estar en una situación peor, un alud les sorprendió y se quedaron tres días sepultados dentro de los restos del avión.

“Cometimos un error (…), solo cuando te mueres se deja de sufrir”, destaca Canessa, una persona que se caracteriza por sus inmensas ganas de vivir y de seguir adelante a tenor de lo que transmite en su libro y de las conferencias que dicta, como la que dará este mes en Madrid.

Quizá esas ganas son las que le han empujado a dedicarse a la Cardiología Pediátrica, una especialidad que le apasiona y gracias a la cual ha podido salvar miles de vidas y que le han valido varios reconocimientos internacionales por su trabajo.

Preguntado sobre ello, acerca cuáles son sus retos profesionales, Canessa asegura que está “muy entusiasmado” con la Cardiología Fetal.

Roberto Canessa después del accidente y una foto actual.

“Tenemos un caso (en Montevideo) que hay solo dos en el mundo. Un niño que tenía un tumor cardíaco y al que le estaba apretando la aurícula derecha y se le estaba llenando todo de líquido. Tenía 20 semanas de embarazo lo cual es inviable… Fue operado dentro del útero de la madre y restituido al mismo y nació hace tres semanas. Pesa 2,5 kilos y lo han vuelto de operar porque le sacaron lo más grueso del tumor, pero se quedó un poquito y a medida que iba creciendo el tumor también. Nació con una cicatriz, lo cual es muy curioso”, narra el uruguayo con una mezcla de orgullo y satisfacción.

UN MENSAJE PARA LOS QUE NO HAYAN SUPERADO EL MIR

Durante la conversación con LA REVISTA Canessa ha mencionado que una de las cosas que más le gusta de su actividad profesional en estos momentos es el poder ofrecer su experiencia a los médicos más jóvenes. Sobre ello, se le ha preguntado qué recomendación le daría a aquellos estudiantes que no superen el MIR.

“No se desanimen, que sigan, que la medicina es maravillosa. A veces hay que convertir los problemas en oportunidades y a veces estos exámenes son injustos y no se elige al más capacitado. Que recuerden que a Einstein lo rechazaron en la universidad…”, zanja.

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