La Revista

Biólogo de carrera y apasionado por la ciencia, defiende el derecho a desvelar incertumbres

Augusto Silva.


9 jul. 2016 20:00H
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POR @EDUORTEGARM
Gallego de pura cepa, Augusto Silva ha sido y es muchas cosas: marido, padre de dos hijos, exdirectivo del Instituto Carlos III y del Ministerio de Sanidad, aficionado al Real Madrid de baloncesto (“qué faena lo del ‘Chacho’ Rodríguez”)… Pero este biólogo de carrera es, sobre todo, un apasionado por la ciencia que ha dedicado la mayor parte de su vida a investigar y a defender el derecho a desvelar incertidumbres, labor que ahora lleva a cabo desde la industria farmacéutica.

Usted es gallego, de donde las meigas. ¿Haberlas, haylas?

Siempre, siempre hay meigas y son parte de nuestra cultura, pero además muchos creemos en ellas.

Pero usted es investigador. ¿Cómo le ha llegado este sincretismo gallego, por su niñez?

Bueno, yo dejé Galicia cuando era bastante jovencito, aunque me siento gallego y muy unido a Pontevedra, mi ciudad natal. Pero, sobre todo, es que los gallegos somos así. Tenemos un ‘background’ de incertidumbre sobre lo que hacemos y sobre lo que pensamos, nos cuesta mucho ser claros. No por eso no sabemos lo que queremos, sino que la manera de explicarlo quizás sea un poquito diferente. Y este cierto grado de incertidumbre no deja de parecerse mucho a lo que es la ciencia, que es una pura incertidumbre. Es una manera de expresarme en la que yo me encuentro cómodo, porque no estoy nunca seguro de nada. De hecho, hay gente que me llamaba ‘Dudo’, porque siempre dudo, siempre hay y tengo una segunda visión sobre cualquier acción. Quizás eso es ser gallego o quizá ser científico, no lo sé.
¿Ya de niño manejaba esta incertidumbre y ‘jugaba’ a ser científico?

En mi casa siempre tuve animales para investigar con ellos. Tuve un terrario muy grande, con un sapo de medio kilo, para que se haga una idea. Cogíamos lagartos y los operábamos, pobrecitos los lagartos aquellos. También tenía tritones.En fin, que siempre me ha interesado la investigación biológica, no solamente digamos la molecular, sino también lo que era la vida, por qué se movía o dejaba de moverse un animal o por qué respondían a un cierto estímulo

¿Cómo logró su sueño de ser investigador?

Bueno, siempre me ha interesado la investigación, aunque la decisión no fue fácil. Soy hijo de un militar que estudió en un colegio militar, al igual que hice yo. En un momento determinado le planteé a mi padre que no quería seguir el oficio familiar, no era mi futuro, y que quería ser biólogo. Mi padre se escandalizó y me dijo que eso no lo veía, que no era una profesión con porvenir. Pero a mí me ofrecía todas las alternativas de lo que podía ser la vida y lo que podía ser la investigación. Empecé mis estudios universitarios en la Universidad Autónoma de Madrid, de hecho formé parte del primer curso de esta institución, aunque luego salté a la Complutense porque en la Autónoma todavía no había carrera de Biológicas.

Ya en Tercero de carrera empecé a ir al hospital en el que luego me formé, el Puerta de Hierro, por cuyo Servicio de Inmunología fui muy bien acogido. Al final, fue a la Inmunología a la que acabé dedicando mi vida, dado que fue mi línea de investigación principal. Además, era un momento clave. La Biología estaba eclosionando y la Inmunología representó el poder hacer esa investigación que yo siempre soñaba en un centro de excelencia, y tuve la fortuna de ser uno de los miembros de ese Servicio de Inmunología en unos años enormemente novedosos, con un grado de innovación total y muchas actividades. Venía gente internacional y nosotros salíamos al extranjero. Todos los veranos me iba o a California o a los institutos nacionales de investigación.

La astronomía como lectura
Augusto Silva reconoce que, aunque la Inmunología es su principal pasión, la astronomía se encuentra entre sus lecturas predilectas. "Me gusta leer y conocer sobre la teoría de las cuerdas, agujeros negros y cosas de este tipo, pero simplemente porque me atrae lo desconocido". Pero no solo devora libros sobre las estrellas, sino sobre cualquier tipo de tema científico. "Es un defecto de mi inseguridad en el conocimiento que tengo, quieo saber continuamente. Me zampo los 'papers' por la noche".
¿Por qué la Inmunología?

La Inmunología era para mí lo más desconocido y si hay algo que me ha traído hasta donde estoy ahora es querer saber sobre lo desconocido. Además, sigue siendo hoy un campo enormemente interesante. En aquel momento se estaban empezando a descubrir las bases de la respuesta inmunitaria, y para mí representó lo que quería ser y hacer.

La Inmunología vuelve a estar en boga.

Bueno, durante muchos años la Inmunología no consiguió lo que todo el mundo esperaba que iba a conseguir: hubo inmunología tumoral y de trasplantes que no respondió a los retos que queríamos. Sí que se avanzó y notablemente, pero sin un dar el salto importante en una patología concreta. Pero en aquel momento se estaban empezando a descubrir las herramientas que la Inmunología estaba ofreciendo, y que hoy son claramente la principal fuente de conocimiento.

Por ejemplo, en aquel momento, le acababan de dar el Nobel a los descubridores de los anticuerpos monoclonales, a los que conocí en su momento, sobre todo al profesor César Milstein. Se sabía el potencial que tenían estas herramientas, pero todavía no habían sido puestas en marcha.

¿Cómo acabó en el  Ministerio de Sanidad?

Tras entrar en el Consejo Superior de Investigaciones Científica (CSIC) y ser subdirector del Centro de Investigaciones Biológicas, volví a la investigación, particularmente en la creación de anticuerpos monoclonales específicos para células madre, y la verdad es que fue una línea de trabajo muy productiva, de la que publicamos varios trabajos. Eso me dio la oportunidad de formar parte de un grupo de personas que constituyeron lo que luego fue la red de células madre del Instituto de Salud Carlos III, donde conocí a Bernat Soria como colega.Hubo una buena interacción, conocía mi ‘background’ también en gestión. Cuando en 2008 nombran a Flora de Pablo directora general del Carlos III, a mí me ofrecen ser subdirector general, cargo que acepto. Pero cuando el Carlos III se separa del Ministerio de Sanidad para integrarse en el de Ciencia e Innovación, Soria me ofreció la posibilidad de continuar haciendo investigación mediante la creación de una nueva Dirección General, la de Terapias Avanzadas y Trasplantes.

Fue una etapa muy rica, porque trataba de mantener ese continuismo del Ministerio de Sanidad con la investigación, y pudimos abordar líneas de investigación y de desarrollo que de otra manera hubieran sido imposibles.

¿Cómo se afrontó este cambio cultural en una institución más habituada a la gestión sanitaria que a la investigación?

Pues representó un cambio en dos sentidos. Lo primero es que la dirección general estaba destinada a mantener un cierto grado de investigación sobre un área enormemente compleja, no solo legal, sino también social. El trabajar, investigar utilizando las células... ya no sólo las células madre, sino cualquier tipo de célula como medicamento, es un problema que todavía no se ha resuelto. La realidad es que, como medicamentos, son costosos y su empleo como herramienta para solucionar un problema médico todavía no está completamente solucionado. Todavía hay dudas sobre qué pasa cuando nosotros modificamos genéticamente una célula, y que luego la volvemos a introducir en un individuo, o qué pasa cuando nosotros utilizamos una célula para depurar, digamos, una patología como el Crohn.

En cualquier caso la creación de esta dirección general supuso un conflicto social bastante elevado. De hecho hubo algún que otro problema con la Iglesia Católica española.

Bueno, como director general de Terapias Avanzadas también pertenecía a una comisión, que era la de Reproducción Humana Asistida. Esa comisión tuvo muchos problemas, fundamentalmente porque en ella se tomaban decisiones sobre la utilización de embriones, modificación embrionaria, aspectos sobre la preimplantación embrionaria de células modificadas, etcétera. Y eso siempre tenía problemas porque era una comisión enorme, que estaba formada por unos 40 miembros, una locura, había hasta unas monjitas. Además de ellas, había varios miembros que no veían con buenos ojos las modificaciones en embriones aunque significaran importantes avances en el tratamiento de algunos pacientes. Esto supuso algún que otro problemilla con algunas de las instituciones que en aquel momento nos dificultaban este trabajo. Pero bueno...

Augusto Silva, durante la entrevista concedida a Revista Médica.

Artículos en el ABC incluidos.

Artículos en el ABC incluidos, y con alguna que otra mención hacia poder ser excomulgado si se hacía una acción u otra.

¿Le amenazaron con ser excomulgado?

A los miembros de la comisión, y a mí también, como su presidente, aunque creo que se quedó solo en amenaza. Pero nosotros estábamos muy convencidos de que hacíamos las cosas bien, de que de alguna manera la utilización de estas técnicas implantacionales estaban solucionando problemas reales. De hecho, fue en aquella época cuando el profesor Antiñolo logró seleccionar embriones para el tratamiento de un niño con betatalasemia. También pusimos en marcha por primera vez la selección de embriones con modificaciones genéticas de algún tipo de cáncer, algo que fue interpretado de todavía peor manera.

Y a pesar de todas estas polémicas y amenazas… ¿no echa de menos que una dirección general de este calibre siga existiendo?

Las polémicas son lo de menos. No me cabe duda de que debe haber una investigación asociada a la sanidad y que debe estar en buena parte apoyada y dirigida desde el propio Ministerio, y me parece muy relevante que pudiera haber una dirección general con este fin. A pesar de que se haya recuperado vinculación con el Carlos III, compartido con el Ministerio de Economía y Competitividad, creo que Sanidad debería llevar a cabo acciones propias. La investigación sanitaria debe de existir dentro del ministerio.

¿Volvería a la gestión en la Administración Pública?

Creo que es tiempo para que lo haga gente más joven, con ideas nuevas en la cabeza. Desde luego si me lo piden, lo haría, pero no es una prioridad para mí. Soy feliz en la situación actual, donde estoy apoyando y disfrutando algo que yo nunca pensé que iba a hacer en una ‘Big Pharma’. Aunque ya en el pasado había estado en Celgene, en la empresa en la que estoy (MSD, donde es assistant director de Policy/Govern Relations ) me han dado una gran oportunidad para aportar mis conocimientos en Inmunología y en cáncer hacia una de las líneas estratégicas de la compañía, que es la inmunoterapia del cáncer.

Ha pasado usted de la Administración Pública a la industria privada. ¿No teme que le acusen de ser parte del fenómeno de las ‘puertas giratorias’?

El haber pasado por la Administración, en un cargo como director general o como subdirector general, es una experiencia que te permite conocer la situación sanitaria desde un punto de vista diferente al que vives desde una farmacéutica, desde la propia Administración y con un enfoque muy diferente. Eso es algo que aprendes y que llevas contigo en tu mochila. Además, antes de estar aquí, he trabajado para Celgene, montando un laboratorio científico, y luego en una pyme, en Althia, formando parte de actividades de investigación y desarrollo. Todo esta experiencia también la estoy aportando, va en mi mochila, no solo lo que he hecho en la Administración.

Además, ahora estoy en un mundo en el que me he acercado muchísimo al paciente. Cuando investigas estás muy cerca de un ratón pero nunca de un paciente, y ahora es al contrario. Esto ha cambiado mucho mi manera de ver las cosas. Me preocupa cómo ayudar a esos pacientes a mejorar su vida, la respuesta de los fármacos que reciben, etcétera. Me interesa mucho y procuro llegar hasta el final, ayudarles.

EN CORTO
Libro de cabecera
‘El Quijote’. La nueva versión que se ha lanzado en castellano moderno es fascinante.

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Blade Runner

Canción favorita
Sargento Peppers

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No soy futbolero para nada, pero sí soy aficionado al baloncesto y seguidor del Real Madrid.

Una ciudad para vivir
Pontevedra

Una ciudad para viajar
Londres

Un objeto imprescindible
El reloj

¿Qué le hace feliz?
Parece una perogrullada, pero… hacer feliz a los demás
En el pasado dijo que la legislación va por detrás de la ciencia. ¿Sigue pensando así?

¿Usted no cree que debe ir? Imagínese que hubiera una legislación que gobernara la ciencia. Sería terrible. ¿Sabe lo que quiero decir? La legislación va siempre por detrás de la ciencia, el avance de la investigación y en el desarrollo de nuevos fármacos o técnicas tiene que consolidarse, tiene que demostrar su validez. Una vez que eso ocurra es cuando realmente hay que generar alguna manera para que esté bajo control pero si la legislación va por delante estás forzando una línea, lo cual me parece también arriesgado. La ciencia debe ser libre, y la ciencia libre no debe tener trabas.

Modifico la pregunta pues. ¿Está el sistema legislativo resolviendo los desafíos que está promoviendo la ciencia?

A veces llega tarde y el desarrollo legislativo va más lento de lo que a nosotros nos gustaría. Pero sacar demasiadas leyes que luego tengan que estar continuamente siendo modificadas, eso es tremendo, porque modificar una ley es muy difícil, incluso hacerlo en el caso de un Real Decreto es complicado. A veces llega tarde, a veces podemos pensar que llega tarde, pero creo que la velocidad de la legislación frente a la ciencia podría ser peligrosa.

¿Qué descubrimiento científico, sanitario o no, le gustaría conocer antes de dejar este mundo?

Ah, son tantos. Me gustaría saber tantas cosas, uno es tan ignorante, de verdad, es tan ignorante… Pero me gustaría saber qué va a pasar con el tema en el que estoy trabajando ahora, con el cáncer, si se va a poder, realmente, crear algún tipo de vacuna, que no es un sueño tan alejado en algunos tipos tumorales.

Y luego está la segunda gran línea de desarrollo… el cerebro. Es el gran misterio. Como dice un colega mío, Salvador Martínez, neurocientífico: “estamos manejados, todo lo que somos, por una gelatina”. El cerebro es una cosa, es un producto, como una bolsa de agua que contiene unas células. Estamos todavía bastante alejados de lograr comprender el cerebro y sus patologías, sobre todo con el envejecimiento. Mi línea última de investigación en células madre estuvo muy asociada a la Neurociencia, y me gustaría saber más cómo se va a avanzar en esta área. El cerebro es una preciosidad y su estudio uno de los retos más grande que tiene en estos momentos la ciencia.
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