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17 sept. 2015 12:43H
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A propósito del artículo publicado en Redacción Médica “Europa ya oferta el doble de empleo para médicos que para enfermeros”, en el que se dice que la oferta de trabajo para médicos se incrementa de nuevo en Europa, me viene a la cabeza esta reflexión.
En 1971, se estrena la película dirigida por Pedro Lazaga, titulada ‘Vente a Alemania Pepe’. En ella, Angelino (José Sacristán) llega a su pueblo aragonés como un rico emigrante que fue a Alemania, y convence a Pepe (Alfredo Landa), para que también emigre. El asunto es que, una vez en Alemania, las cosas no son como esperaba. La vida es dura, el trabajo no es de calidad, y, en definitiva y como conclusión, se da cuenta que en “Alemania no atan los perros con longaniza”.

Han pasado más de 40 años, y de nuevo los españoles hemos vuelto a salir a buscar el trabajo fuera de nuestro país, pues aquí las cosas están mal. No emigran solo los que buscan empleo de poco nivel; lo hacen nuestros jóvenes más preparados, los que, tras años de esfuerzo, estudios universitarios, másteres, idiomas, etc., no ven futuro en su país y deciden salir a buscarlo allá donde les quieren.
No se escapa de este fenómeno el médico. Todos los años concluyen su especialización miles de compañeros; tras diez u 11 años de formación, entran en el mercado laboral y lo hacen mendigando trabajo al jefe del Servicio donde se formó, haciendo guardias, sustituciones, etc. La administración sanitaria les concede contratos eventuales, incluso al 50 por ciento o al 75 por ciento de jornada, y encima, hasta ahora en Madrid, ni les reconocen los trienios.

Claro, en esta situación, llegan los alemanes, suecos, ingleses, noruegos, etc., y ofertan un trabajo estable, bien remunerado, con un contrato en condiciones…; les miman, les ayudan a instalarse… y nuestros jóvenes se marchan. Es duro para ellos, y si conoces a alguno de los que se marcharon, aún estando bien situados y establecidos, añoran su país. Te dicen que, si pudieran, se volvían, pero que en las condiciones que hay aquí no les compensa. Y se hace la bola cada día más grande. Se abren nuevas facultades, se licencian cada vez más médicos y se incorporan a sus residencias, y concluyen sus especialidades y aumentan las listas del paro… y más maltrato y más médicos que emigran… y Europa, encantada.

Formar a un médico y su especialización resulta muy costoso, y para eso estamos los tontos de los españoles, que les formamos y se los llevan sin haber invertido un euro en ellos, recién hechos, gratis, con ilusión, ganas de trabajar, y agradecidos por ser queridos.

Creo que es necesario que la Administración se dé cuenta del error que supone formar un importante capital humano, unos jóvenes que deben ser el futuro y que les obligamos a marchar, perdiendo una masa crítica, un talento necesario, los que serán líderes dentro de unos años, los que investigan, desarrollan productos y patentes, los que deben ser nuestros cuidadores dentro de unos años. Esto obliga a actuar como se hace ante una emergencia: “Parar, pensar y actuar”, no cometiendo errores por la improvisación y las prisas, tan propios de jóvenes e inexpertos y, por desgracia, también de nuestros políticos.

No sé si aprenderemos alguna vez de los errores, pero, si no lo hacemos, estamos condenados a repetir la Historia, y, como decía Charles Robert Darwin, “la Historia se repite. Ése es uno de los errores de la Historia”.

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