EDITORIAL
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17 nov. 2013 20:56H
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Unión, Progreso y Democracia (UPyD), la aventura política que Rosa Díez comenzó en 2007, es hoy una realidad demoscópica y social tan cierta como el cuestionamiento creciente de los dos grandes partidos, PP y PSOE. La última encuesta conocida, publicada por El Mundo, atribuye a la formación magenta un porcentaje superior al 10 por ciento del electorado, lo que apunta a la consolidación de una alternativa que, por encima de consideraciones ideológicas, es positiva para el panorama político español.

Sin embargo, las buenas perspectivas que UPyD presenta en el terreno político nacional, no parecen trasladarse con igual claridad al ámbito sanitario. Hace unos días hemos asistido a la prueba gráfica de que el partido carece de un portavoz nacional de envergadura para lanzar mensajes al conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS) y poner cara a iniciativas y propuestas que sirvan para todas las autonomías. Convocados por el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo y la Organización Médica Colegial, allí estaban los portavoces nacionales del PSOE, José Martínez Olmos, y de Izquierda Plural, Gaspar Llamazares, consolidados como referentes sanitarios de sus respectivas formaciones en cualquier lugar del Estado. Junto a ellos aparecía un sobrio y cada vez más competente Enrique Normand, portavoz  sanitario de UPyD… en la Asamblea de la Comunidad de Madrid.

Puede que la presencia de un parlamentario inequívocamente autonómico como Normand en un acto claramente nacional sea otro ejemplo más de una de las dinámicas habituales de UPyD: hacer de la necesidad virtud. La pequeña formación debe multiplicarse en todos los frentes políticos y la sanidad no es una excepción. Su fuerza nacional se reduce a cinco diputados en el Congreso (la mencionada Díez, Álvaro Anchuelo, Toni Cantó, Irene Lozano y Carlos Martínez Gorriarán). Ningún senador. La portavoz en la Comisión de Sanidad del Congreso es la propia lideresa Díez, que seguramente se atribuyó esa condición para cuando la sanidad recibe todo el foco político, lo cual cada vez ocurre con mayor frecuencia. ¿Pero quién asume el día a día? Hubo un momento en el que pareció tomar el protagonismo Toni Cantó, pero su reiterada, y a veces imprudente, locuacidad parece haberle pasado factura, lo cual es hasta saludable en un sector como el sanitario, que precisa portavoces capacitados y, sobre todo, rigurosos.

Puede que Enrique Normand sea el rostro que necesita UPyD para forjar su mensaje sanitario. Pero no sólo en Madrid. Porque, ahora mismo, que el diputado madrileño esté ocupando de facto la portavocía nacional del partido da la razón a los críticos: la formación solo tiene ascendencia y alcance en la Comunidad de Madrid; fuera de ahí su apoyo electoral y social es anecdótico, cuando no directamente residual.

Los mensajes que lanza UPyD a la sanidad no dejan de ser interesantes y merecen una consideración con arreglo a su creciente fuerza social. Que la sanidad vuelva a ser una competencia estatal, que la externalización de la gestión sea considerada, como lo hacen otros partidos, como privatización y que la ley antitabaco sea una normativa intocable son argumentos, por poner solo tres ejemplos del ideario sanitario magenta, que merecen ser explicados y reiterados en el sector por un mismo rostro. No vale con que un día los pronuncie Rosa Díez o Toni Cantó en el Congreso o en las redes sociales: hay que acudir a los sitios, hablar con los agentes y los representantes sanitarios, confrontar posiciones y criterios y fijar una postura propia y definible. Seguramente, lo que hizo el otro día Enrique Normand con la ley antitabaco, aunque sin disponer de todos los galones necesarios para recibir una justa consideración, equiparable a la de otros portavoces sanitarios nacionales.

UPyD no debería albergar dudas de que el esfuerzo de concretar y elegir a un portavoz sanitario para todo el SNS sería muy productivo para su propósito general: convertirse de verdad en, como ellos mismos proclaman, “la alternativa necesaria”.


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