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30 dic. 2014 10:27H
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Hace un tiempo hice un estudio sobre los diferentes premios sanitarios y rankings que se hacen en España analizando su objetividad. Básicamente hay que fijarse en si están basados en indicadores pertinentes; es decir si miden lo que se quiere medir: por ejemplo Calidad. Teniendo en cuenta que la calidad en una institución sanitaria es multidimensional, y que por eso necesitaremos varios indicadores para medirla, y si es posible de resultados finales de la asistencia y de salud ganada, más que de proceso.

Además de la calidad, sabiendo que nuestra sanidad se paga principalmente con dinero público de impuestos, ya que el sector público gestiona más de 70% del mercado sin posibilidad de elección por el asegurado, excepto un sector de funcionarios cubiertos por Muface, es necesario medir la eficiencia.

La eficiencia en términos sencillos es la relación entre el resultado de calidad y el coste en el que incurridos para conseguirlo. Está claro que para dar un resultado de calidad tenemos que tener un coste. En el sector público es, o debería, ser un imperativo ético el conseguir el mejor resultado de calidad, estandarizado a un nivel adecuado, al menor coste posible. Cuando conseguimos altos resultados de calidad y salud adecuados a costes bajos o contenidos se dice que somos más eficientes. Y eso a la ahora de gastar dinero público es fundamental.

Sin embargo, la eficiencia se define siempre de manera comparativa con otros. No sabemos si somos eficientes mientras no nos comparemos con otros, ya que podemos descubrir que otros consiguen iguales o mejores resultados que nosotros a un menor coste. En eso consiste el benchmarking y por eso es muy útil en la sanidad pública hacer rankings que reflejen la eficiencia; para tratar de mejorar el uso de nuestros impuestos y al menos establecer una competencia interna entre centros sanitarios. Ya que ello contribuye a que los centros menos eficientes tomen medidas para acercarse a los más eficientes, y mejorar así globalmente el uso del dinero público que destinamos a sanidad. Si el ranking estuviera basado sólo en la calidad sin tener en cuenta la eficiencia, el coste puede dispararse casi hasta el infinito ya que en sanidad siempre se puede engordar mucho la factura de la atención.

Pues bien, algo parecido es lo que mide el último ranking de reputación sanitaria, que para cualquier gestor sanitario o estudioso de los sistemas de salud serio, es simplemente penoso, y contraproducente para mejorar nuestro sistema de salud; ya que refleja la imagen más rancia y claramente anticuada del concepto de asistencia sanitaria: aquella que se fija en la reputación, algo absolutamente subjetivo, y básicamente es una calidad percibida y muy mediatizada por el concepto de ser grande, conocido o famoso y estar en las grandes capitales. Cuando analizas su metodología ves que se la da de científica, pero es de lo más opaca y no hay manera de aclararse con ella: dicen que usan indicadores de proceso pero la mayoría son basados en cantidad y números absolutos con lo cual siguen favoreciendo a los centros grandes que creo es lo que se busca en definitiva. Evidentemente a más quirófanos y mas personal operas más pero eso no tiene nada que ver con el resultado de las operaciones. Nombran a atención primaria pero luego no sale en la presentación de resultados: ¿no interesa?

Lo de dar relevancia a lo grande y famoso es algo peligrosísimo para la salud pública y para la sostenibilidad del sistema asistencial público, ya que dicho ranking, por definición, no tomará en cuenta aquellas acciones e instituciones que más hacen para ganar salud en la población, y que hoy por hoy siguen relacionada más con la mejora del nivel social, cultural de la población y sus hábitos de vida. Por lo tanto ninguna mención a las instituciones que trabajan en salud pública, en la educación para la salud, curiosamente a la atencion primaria se la nombra pero luego no sale en los resultados, y todas ellas tienen mucha relevancia para mejorar la salud global de nuestra población y ganar esperanza de vida con buena salud.

Contribuye también a crear desconfianza en los ciudadanos que no puedan acceder a los centros y médicos considerados eminentes en sus centros de referencia, más modestos desde el punto de vista mediático, y no tan grandes, pero donde se pueden tratar la mayoría de los procesos asistenciales con la misma calidad que los premiados, y sus médicos, que aunque no salgan en los rankings están perfectamente formados y capacitados para dar una atención excelente.

Otro efecto perverso de este ranking es que además de dar sólo protagonismo a las eminencias médicas, como llamaba mi abuela; a los médicos y centros famosos, no tiene en cuenta para nada el coste con el que estos centros salen primeros en el ranking. Muchos de ellos están entre los menos eficientes de España y no son precisamente un modelo a seguir en cuanto a inflación de plantilla y recursos de alta tecnología. Si los convertimos en el modelo a seguir por los demás tenemos asegurada la quiebra instantánea de nuestro sistema de salud público, y podemos disparar los gastos por persona a nivel de Estados Unidos, sin que ello nos asegure mejor salud global a nuestra población.

En definitiva, es un ranking que se jacta de no tener patrocinios, pero que parece sospechosamente diseñado, para que entre la población general, que tenga capacidad económica para acudir a un médico privado o elegir a través de un seguro de salud privado, que no sabe ni tiene porqué saber de estas sutilezas de la eficiencia, y que lo que le interesa es curar su proceso con el mejor médico de España, la eminencia en ese tema o especialidad en España, pueda conocer y consultar quienes son. Y, ¡qué casualidad!: la mayoría de esas eminencias que están en los hospitales públicos también trabajan en la privada y son accesibles pagando el precio. Y curiosamente la segunda parte del ranking se dedica a decir que empresas farmacéuticas, fármacos y aseguradoras son las mejores valoradas. Todo muy sospechoso de ir dirigido a la población general sin conocimientos médicos que busca información y que es claramente influenciable con eso de la "reputación".

A pesar de todo, no me cabe la menor duda de que dicho ranking se afianzará en España, y tendrá éxito en cada una de sus ediciones, pues hay muchos intereses en juego. Es la liga de los más grandes y los más famosos, y eso interesa siempre a la población y además hincha bastante el ego de los centros y los profesionales premiados.

Yo, como cualquier gestor serio, seguiré prefiriendo el ranking de Iasist (el TOP 20), que al menos tiene una metodología transparente y clara, basada en indicadores robustos y tienen en cuenta además de procesos, resultados (calidad medida no percibida) y coste, con lo que nos da un ranking muy real de los centros más eficientes de España: Aquellos que lo hacen mejor y con mejor coste. ¿No es eso lo que buscamos o deberíamos buscar a la hora de gastar dinero público?

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