Un muerto es una tragedia; cientos, una estadística. Con esta brutal aunque realista frase Stalin anticipó un principio clave del marketing y la comunicación: poner cara, ojos y nombre a lo que quieres difundir hace que la trayectoria del mensaje lanzado sea más directa y certera.

Pablo Ráez murió a causa de la leucemia el pasado 25 de febrero tras una larga lucha que él mismo compartió en redes sociales. Pablo, de 20 años, era un chaval deportista que residía en Marbella y al que diagnosticaron la enfermedad con 18. Salvó el primer round gracias a un trasplante de médula donada por su propio padre, pero el monstruo volvió a aparecer y tuvo que someterse a un nuevo proceso. Con su carta ‘Siempre fuerte. Siempre’, publicada en Facebook e Instagram en agosto de 2016, su historia se extendió por las redes y él mismo hizo de su caso un ejemplo de vida y tesón.

La repercusión de la historia ha sido espectacular desde el verano hasta su trágico aunque no inesperado final. El asunto saltó a los medios de comunicación cuando se confirmó su tirón en redes sociales, donde desató una ola de solidaridad y apoyo a la que, sinceramente, era difícil resistirse. Tanto es así que después del desenlace las reacciones han trascendido el ámbito de las redes y los medios, mostrando hasta qué punto ha calado el caso de Pablo en la sociedad.

En este mundo de reacciones inmediatas a las noticias y de aluvión de estímulos, la historia de Pablo se alzó una cabeza por encima del torrente diario y concentró una gran atención. Todo un logro, teniendo en cuenta que el lector/espectador ya no deja para después el análisis reposado y crítico porque no hay después: todo es un incesante ahora siempre lleno de novedades. No hay más que refrescar Facebook para que el flujo de propuestas sea infinito.

¿Qué gran agencia de marketing digital estaba detrás de esta estrategia? ¿Qué genio de la comunicación urdió tal plan de acción en redes? ¿Qué expertos en ehealth idearon la mejor propuesta posible para incentivar las donaciones de médula y concienciar sobre el uso eficaz de las redes en salud? Todo parece indicar que no hubo un taimado muñidor de intrigas detrás de Pablo. Él mismo se encargó de ello con mensajes directos cargados de positividad. A vuelapluma, estas son algunas claves de su  forma de funcionar en redes:

· Enviaba mensajes claros, rotundos y con alardes de profundidad: “No donas por Pablo Ráez, donas por la vida, por un mundo más solidario”; “Hasta que no te quieres a ti mismo no puedes querer a los demás”; “Demos gracias a la vida por darnos el gran lujo de poder despertarnos cada mañana, seamos más agradecidos”…

· Ausencia total de quejas en sus escritos. No eran un desahogo para sobrellevar la enfermedad. Su objetivo estaba muy definido: concienciar respecto a la donación de médula y sangre.

· En las imágenes difundidas miraba a cámara, siempre sonriendo abiertamente. Nunca distribuyó una fotografía penosa sobre su estado ni sobre la dureza del tratamiento. Esto es lo que se ve todavía en su perfil de Instagram:

Pablo Ráez en Instagram: optimismo, actitud de lucha y positividad.

Alguien que tiene todo el derecho del mundo a estar deprimido, frustrado y enfadado con la vida me mira desde sus fotos con sonrisa pícara y, divertido, se hace el fuerte. ¿Quién puede resistirse?

· Era atractivo, joven, fuerte, con un punto exhibicionista que no ofendía dada su situación. Su lenguaje corporal hablaba también de una forma particular de afrontar la gravedad de lo que está viviendo.

· Al valor propio del mensaje que quería transmitir (hay que donar médula) añadía un barniz más de humanidad al tranquilizar a posibles candidatos sobre lo sencillo del proceso: “Rellenas un formulario, te extraen sangre y ven si estás apto para donar”.

· La petición que lanza es en primera persona, directa y cargada de la autoridad que tiene para formularla alguien cuya vida depende de ello. Quizá por eso las redes no se han llenado tras su muerte de mensajes desagradables y ofensivos a los que tristemente nos hemos acostumbrado en otras situaciones luctuosas recientes. Ni siquiera ha habido controversia sobre las formas como en otro tipo de iniciativas más frívolas como el ice bucket challenge de hace unos años.

En  definitiva, el caso de Pablo demuestra que la humanización de la sanidad tiene frentes que van mucho más allá de los obvios, tales como la vertiente asistencial o la racionalización de la parte administrativa, por ejemplo. Y que las redes son un buen aliado para avanzar en ese camino.

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