EDITORIAL
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21 may. 2015 20:53H
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Los estudiantes de Medicina han sido tradicionalmente unos bichos raros en el ámbito universitario, debido a su incuestionable mérito académico, que era precisamente lo que les posibilitaba estudiar esta carrera, y también al sistema MIR, que añadía dificultad a la ya de por sí complicada trayectoria formativa, que al final, se extendía mucho más allá de la media de cualquier otro título superior.

El premio a tanto esfuerzo y sacrificio personal aguardaba al final -muy al final pensarían algunos-, cuando el médico se incorporaba al Sistema Nacional de Salud (SNS) con una plaza de por vida y, en los casos más brillantes, con la posibilidad del ejercicio libre para escalar peldaños de reconocimiento profesional y salarial. Todo ello rodeado de un merecido prestigio social que le convertía en una de las fuerzas vivas de cualquier comunidad humana.

Este escenario ha cambiado drásticamente en los últimos años y puede que en parte sea el origen de un mayor activismo estudiantil en las facultades de Medicina. Se percibe en los futuros médicos una mayor concienciación (y también preocupación) por la evolución de sus planes de estudio, por el alcance de las prácticas y de la residencia y, sobre todo, por unas perspectivas laborales que están claramente en entredicho.
 
El Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM) no ha sido ajeno a este proceso y, de hecho, participa en él, lo potencia y modela para ganar representatividad y, a la vez, obtiene el empuje necesario como para sentirse una organización hija de los nuevos tiempos, pese a que su nacimiento se remonta al inicio de la democracia. Gracias a las campañas en redes sociales, el CEEM está mostrando una agilidad de respuesta fuera de lo común para una entidad perteneciente a nuestro sector, al que todavía le falta recorrer mucha distancia para aprovechar todas las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías en la gestión de la comunicación.

La idea de cambio, no demasiado original, pero sí muy poderosa, es uno de los puntos fuertes del CEEM, como no puede ser de otra manera en un colectivo que se presenta a sí mismo como insatisfecho y deseoso de transformar la realidad. Pero a la vez, el CEEM está mostrando suficiente cintura institucional como para darse la mano y hacerse la foto con organizaciones más asentadas y reconocidas, pero también más avejentadas. Así, participa activamente en el Foro de Atención Primaria y en el de la Profesión Médica, con un papel tan protagonista como el que más, lo que le llevó a participar, por ejemplo, en la solemne firma del Pacto por la Sostenibilidad y la Calidad del SNS con el Ministerio de Sanidad, en Moncloa, con la presencia del presidente Rajoy.

Pero la reivindicación, perfectamente legítima, no es el único cometido del CEEM. Gracias a la constitución de diversas comisiones de trabajo, está haciendo interesantes aportaciones en materia de bioética, alternativas al MIR y planes docentes. Y en plena campaña electoral, una petición muy clara a los partidos políticos: por favor, no más facultades de Medicina después del domingo.  Lo que, además de contener las ansias inauguradoras de los nuevos gobernantes autonómicos, obligaría a guardar en un cajón como mínimo diez peticiones formales de apertura, procedentes de distintas comunidades. Todo ello para evitar que los 7.000 graduados que produce actualmente el sistema no crezca aún más y obligadamente deje por el camino a un creciente número de médicos que no tendrán acceso a la especialización.

La demostrada capacidad de interlocución, reconocida no con cierta sorpresa en determinados ámbitos universitarios –que demuestran así ser aún más rígidos que el sector sanitario-, obliga al CEEM a proseguir en esta senda de aportación intelectual de contenidos y propuestas que hagan avanzar y modernizar al sistema. En ocasiones, sus proclamas -verbalizadas por estudiantes jóvenes cuyo ímpetu les puede jugar malas pasadas en forma de desconocimiento o exceso de ilusión- carecen del rigor necesario para progresar. Pero son igualmente necesarias para obligar al resto de agentes del sistema a tomar partido en el debate abierto.

La dificultad del sistema para cambiar es menor gracias a la actividad de los estudiantes, cuyo enfoque atrevido puede ayudar a revitalizar algunos ámbitos que piden a gritos nuevos enfoques y nueva soluciones. Ojalá que el CEEM siga teniendo muy presente que el cambio que persigue pasa también por su capacidad para no caer en la desidia ni el formalismo.

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