Un año más, y ya van 25 consecutivos, España es líder en trasplantes de órganos a nivel mundial.
Todas las comunidades autónomas superaron por primera vez los 35 donantes por millón de población y esto es un logro digno de sentirse orgullosos. De hecho, los españoles son los que más posibilidades tienen en el mundo de acceder a un trasplante cuando lo necesiten. Trabajo, trabajo y más trabajo. Esa ha sido la línea de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT)

La entrevista que la directora de la ONT, Beatriz Domínguez-Gil, dio a La Razón es un ejemplo es una muestra de que no está todo dicho ni hecho. Esta doctora en Medicina y especialista en Nefrología, afronta muchos retos importantes y lo hace “con algo de vértigo”. No es para menos, porque mantener o consolidar las cifras de los últimos años no será fácil.

Un objetivo claro de la ONT es la reducción total de las listas de espera por trasplante de órganos. “No se acaban, es irreal”, afirma Domínguez-Gil que añade: “no sólo hay que trabajar en aumentar la disponibilidad de órganos, sino que tiene que haber una estrategia preventiva importante”. Y un claro ejemplo son los nuevos tratamientos contra la hepatitis C. Sus efectos positivos en los pacientes llegan a reducir las listas de espera de trasplante hepático por hepatopatía por virus de la hepatitis C. Un avance importante que permite seguir salvando vidas.

Pero una de las grandes preocupaciones de la ONT está en el turismo de trasplantes. El efecto llamada para tener acceso a la lista de espera de donante fallecido por pacientes extranjeros es una realidad a la que lamentablemente no saben cómo hacer frente.“Los órganos que se dedican a los extranjeros se dejan de dar a nuestros pacientes. Está ocurriendo. Pero hay que contarlo con mucho cuidado, sólo nos preocupan las personas que viajan puntualmente a España para ser trasplantados. Para un paciente que quiere trasplantarse de vivo en nuestro país no hay restricciones”, aclara la directora de la organización.

En este sentido, barajan la posibilidad de exigir dos años de residencia en España, algo que aunque pueda parecer polémico, supone un paso sabio de cara a evitar la desestabilización del status tan positivo del que dotan al Sistema Nacional de Salud ahora.



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