EDITORIAL
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22 ene. 2014 20:20H
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La actividad aseguradora en España es una de las que mejor está soportando la crisis. Desde sus comienzos, y pese a las dificultades de otras actividades vecinas –sin ir más lejos, la financiera-, las compañías de seguros han logrado unos resultados que, para muchos otros sectores económicos, se han convertido en motivo de sana envidia. En este escenario positivo, el ramo de Salud ha sido –y es- uno de los mejores exponentes, con crecimientos de asegurados y primas que confirman la impresión de que los ciudadanos valoran mucho su salud y que, llegado el caso, no dudan en acudir a las compañías aseguradoras para obtener aquellas prestaciones y servicios que no encuentran a satisfacción plena en el sistema público.

Sin embargo, la estabilidad no puede ser, ni mucho menos, sinónimo de conformismo. Las compañías celebran que el seguro de salud es el único que crece en No Vida, pero el incremento se reduce al capítulo de primas y no alcanza al de asegurados, que parece sumido en cierto estancamiento. El temor a la ralentización de la actividad está llevando a las aseguradoras a agudizar el ingenio y explorar nuevas estrategias y dinámicas que permitan atraer a más ciudadanos en la decisión de suscribir un seguro privado.

Las compañías insisten en mostrar su malestar por los obstáculos que dificultan su actividad y sus peticiones y, cada vez que pueden, dirigen sus quejas y, en cierto modo, sus críticas hacia una Administración que no termina de entender el importante papel que el sector privado juega en el Sistema Nacional de Salud. Comenzando por un clásico en este tema: las ayudas fiscales a la contratación de un seguro de salud. Las compañías no han olvidado el buen rendimiento que deparó este incentivo cuando estuvo vigente y quieren recuperarlo a toda costa. Y su planteamiento ya no es solo una cuestión de números, de tener más o menos pólizas, sino de reconocer por la vía normativa el importante y creciente alcance de la atención sanitaria que prestan las aseguradoras. Por no mencionar su contribución a la generación de empleo. Toda esta aportación habría que reconocerla fiscalmente de algún modo.

Pero la Administración no se decanta. El Ministerio, este y todos, mantienen un habitual equilibrio en sus relaciones con el sector privado, agradándole en público, pero sin facilitarle ninguna de sus reivindicaciones. De hecho, las compañías se quejan cada vez con más fuerza de ser un sector estigmatizado, al que solo se le arrojan jarros de agua fría o se le ponen piedras en su camino por parte de unos poderes públicos que no les consideran lo suficiente. Y encima tienen hasta ejemplos muy reveladores de la insuficiente implicación administrativa en la defensa del sector privado: ahí está Muface y su insuficiencia financiera que está obligando a muchas compañías a no participar en un modelo de colaboración en el que, a pesar de todo, siguen creyendo. Es el caso de Sanitas, que no está en Muface, pero sí en Mugeju, la Mutualidad General Judicial.

Sea como sea, el sector asegurador de Salud sabe que no se puede dormir en los laureles ni lamerse demasiado las heridas. Y por ello está esforzándose en diseñar mejor sus productos aseguradores, adaptándolos decididamente a las necesidades particulares de cada asegurado.

Obviamente, el seguro de salud tiene futuro, claro que sí. Y no solo por la evidencia de que los ciudadanos, pese a la crisis, han seguido manteniendo sus pólizas por la importancia que le dan a una atención sanitaria de calidad. También por la mayor implicación de las empresas, que se están dando cada vez más cuenta que los seguros de salud son un beneficio social muy interesante para fidelizar a sus empleados. Y también por la constatación, impensable no hace mucho, de que hay profesionales que deciden desarrollar toda su carrera en el ámbito privado, que ha dejado de ser para muchos un lugar complementario a su actividad principal, que generalmente era pública.

Las compañías saben que el regreso a un crecimiento fuerte en primas, y también en asegurados, pasa por un decidido impulso a la colaboración público-privada, aunque lamentablemente esta circunstancia no depende de ellas, y sí de la decisión política de cada autonomía. Otros caminos para crecer rápido, como los seguros low cost, se ven con escepticismo, puesto que las aseguradoras no renuncian a dar unos mínimos de calidad en sus pólizas.

Y en el fondo, las compañías tienen la intuición de que un modelo que, a pesar de las críticas recibidas, ha terminado siendo copiado por el sistema público en medidas tan significativas como la habitación individual o la libre elección de médico y de centro, tiene todos los visos de ser cada vez más importante. Y seguramente esa sea la mejor manera de fortalecer el futuro del SNS.


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