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19 jun. 2015 16:52H
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En los últimos meses, en varios  de los artículos que he escrito hago referencia a la novela “el Gatopardo”, escrita por Giuseppe Tomasi Di Lampedusa. En términos políticos se define el “gatopardismo” o lo “lampedusiano” como el “cambiar todo para que nada cambie”.

Siempre que hay periodos electorales se habla de cambio, y eso nos hace pensar que siempre pasa lo mismo, que nada cambia. Recuerdo como único cambio real, profundo, constatable, el del año 1982 y la victoria electoral de aquél PSOE liderado por Felipe González. Desde entonces, cambios, ninguno. Sí alternancia de colores políticos, de cabezas al mando, pero no de políticas.

En este último mes estamos viendo cómo, tras las elecciones del 24 de mayo, se están produciendo cambios de gobierno, la alternancia habitual, que además se hace por alianzas o pactos que evidencian que la época de las mayorías absolutas se ha terminado, y con ello, al menos en eso confío, el “rodillo absolutista”.

Pero una cosa es el cambio de color político, vamos el color de la chapa, y otra bien distinta es que realmente se produzcan cambios de política. Me refiero a Sanidad, ámbito en el que me muevo y del que hablo. La Sanidad está gobernada en distintas CCAA por los habituales partidos PP y PSOE, además de por los nacionalistas clásicos, CIU y PNV.

Si se valora la política sanitaria de las diferentes CCAA, se llega a la misma conclusión: no hay grandes diferencias. Todos los Consejeros quieren sentir que hacen algo diferente a lo del vecino, y más si este es de partido contrario. Pero la realidad es tozuda y la política sanitaria muy parecida. Es cierto que Madrid intentó, y afortunadamente fracasó, dar un paso de gigante hacia un modelo de privatización brutal, hacer un cambio de modelo más allá del habitual. Lo hizo mal, lo hizo sin contar con nadie, lo hizo de forma chapucera, administrativamente calamitoso, solo basado en ideología, sin estudios serios que avalaran su propuesta, con un modelo que muchos hemos demostrado que es más costoso, y que nunca han podido rebatir. Y por mucho que sea constitucional, que ahora lo dirán constantemente, no era adecuado ni razonable.

Pero vamos al motivo de este artículo. Donde mandaba el PP, o cambia al PSOE, o si continúa es con pactos y sin mayoría. Dónde mandaba el PSOE, continúa pero también con pactos y entra a gobernar otras CCAA formando bipartitos, tripartitos, etc. Resultado final: siguen los mismos. Políticas sanitarias: las mismas. Diferencias: prácticamente ninguna. Política de personal, conciertos, “recortes”, cierre de camas, amortización de profesionales, jubilaciones, bajadas de retribución, contratos a tiempo parcial, ausencia de sustituciones, paralización de carrera, aplicación injusta de jornada, politización de la gestión, unidades de gestión clínica, libres designaciones, y así hasta agotar al lector, son intercambiables.

Dice uno “la gestión clínica” es una “privatización encubierta”, si la hace el otro, pero la pone en marcha de forma unilateral si le toca gobernar. Hay que “profesionalizar la gestión”, pero para el contrario, pues si le toca gobernar recoloca rápidamente a todos los gestores defenestrados por el cambio de color político. Bueno, que sigo pensando que la novela El Gatopardo y su conocido “cambiar todo para que nada cambie”, sigue de actualidad.

Es imprescindible que esto cambie realmente, y además que lo haga cuanto antes y de la mano de los profesionales. Cambios meditados, pactados, consensuados, bien estudiados, contrastados, basados en evidencias, con respaldo profesional y social, sin prisa pero sin pausa. Son necesarios para salvar un SNS envidiable, bueno, eficiente, pero que requiere actualización y adecuación al tiempo en que vivimos.

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