EDITORIAL
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6 feb. 2017 22:00H
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Este lunes el director gerente del Servei Català de la Salut (CatSalut), David Elvira, ha tenido el valor político de comparecer en rueda de prensa y anunciar que un concurso público, el más importante por cuantía económica de su departamento, quedaba desestimado, y que comenzaba de nuevo, con nuevas reglas, como que en el venidero contará más la calidad asistencial y menos el dinero.

Y hablamos de valor porque no es habitual que en los tiempos que corren se corrijan políticas de una forma tan sincera, aunque en el debe de la Administración sanitaria catalana queda que hubiera sido necesaria más premura. También es cierto que para Elvira era más sencillo escenificar que el concurso estaba mal planteado siendo éste una 'herencia' traspasada por el anterior equipo, el de Boi Ruiz. En cualquier caso para las hemerotecas queda que ha dado la cara ante la ciudadanía, e incluso admitiendo preguntas al respecto.

Lo peor de la escena de este lunes no es tener que repetir el concurso de terapias respiratorias domiciliarias, lo peor es que no es la primera vez que esto mismo sucede en Cataluña. Ha acontecido dos veces en menos de una década, la primera en 2008. Los neumólogos, los pacientes y Redacción Médica lo denunciamos en ambas ocasiones, y el tiempo nos ha acabado dando la razón.

¿Pero qué criterios se han seguido en estos concursos que han tenido que ser desechados? Desde luego, no aguantaban a ojos de la opinión pública, porque en ambos casos al ser denunciados por este diario la reacción de los políticos fue la misma. Pero es que además tampoco hubieran soportado el tamiz de la Justicia.

Por eso, es el momento de conseguir de una vez por todas que las consideraciones de los concursos públicos en sanidad sean más claras, y que también quienes las evalúan sean profesionales independientes. No vale con técnicos (muchas veces con una formación poco relacionada con el objeto a licitar) propios de los servicios de salud o de la consejería de turno. Hay que dar voz a las sociedades científicas, incluso a los pacientes, que tienen mucho que decir.

También es importante defender que se incluyan en los concursos de una vez por todas bonificaciones para las empresas que practican la Responsabilidad Social Sociosanitaria (RSS), y que aportan desinteresadamente un valor que de esta forma la sociedad podría compensar.

Es hora de que se valore la RSS  y la calidad en los contratos públicos y no solo el dinero, que por desgracia es sinónimo demasiado a menudo de descuidar la atención al paciente.

Los políticos y los gestores no tienen más tiempo que perder. La polémica envuelve a demasiados concursos públicos, y este ejemplo de las terapias respiratorias domiciliarias, dos veces repetido, debe hacernos reflexionar a todos los actores del sector sanitario.

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