Salud, dinero y gestión
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9 oct. 2014 12:07H
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Por Carlos Alberto Arenas, gestor sanitario y vocal de Sedisa

Escribo este artículo en mi doble condición de gestor sanitario y de especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública (antes conocidos como salubristas o epidemiólogos).

En una organización sanitaria asistencial, ya sea de Atención Primaria, Especializada o integral, se debe gestionar también la prevención, intentando salvaguardar la salud de los ciudadanos en general, de su área de influencia en particular, de los usuarios y de los trabajadores.

La gestión de la prevención tiene varias dimensiones: evitar efectos adversos en el medio ambiente derivados de la actividad del hospital o centro sanitario, reducir los efectos adversos en los pacientes de la actividad clínica y disminuir los riesgos laborales en los trabajadores.

A la gestión de estos aspectos a veces no se les da la suficiente importancia, eclipsados por la gestión de las plantillas, las listas de espera, los quirófanos, la farmacia, el control del gasto, las reclamaciones, la comunicación interna y externa, etc.

Sin embargo, gestionar la prevención es una tarea de primer nivel, y riesgos como el ébola lo ponen de manifiesto. Además, en los centros sanitarios hay muchos otros riesgos. En su momento, el SIDA ayudó a concienciar sobre los aspectos preventivos relacionados con la salud del trabajador y contribuyó a extender las llamadas “precauciones universales” como buena práctica clínica para que el trabajador se protegiera de riesgos tanto visibles o conocidos como ocultos.

Hace también unos años, tomó fuerza la actividad preventiva para evitar riesgos innecesarios al paciente a través de un fuerte movimiento defensor de su seguridad. Preparar nuestros centros para prevenir e impedir la posible propagación del ébola debería ser tarea fácil si la maquinaria preventiva está engrasada, ya que involucra a todas sus dimensiones: a la comunidad y a los pacientes que hay que proteger de la diseminación del virus; al trabajador que hay que proteger del contacto con el virus para evitar contagio, y al medio ambiente, que hay que evitar contaminar con el virus para prevenir que los animales puedan convertirse en vectores de transmisión.

La gestión de la prevención tiene una parte institucional importante, ya que la mayor parte de su responsabilidad legal es del proveedor de servicios y del empleador. Pero hay otra parte importante personal, del profesional, relacionada con su actitud y la capacidad de acción. La Dirección de los centros debe proveer los elementos de seguridad necesarios para el trabajador, así como la información y formación continua sobre la actitud preventiva, el uso de equipos de protección individual (EPI) y la correcta manera de desinfección y/o eliminación de los equipos y dispositivos contaminados.

En nuestras instituciones sanitarias hay dos servicios claves para el correcto desarrollo de esta formación y el impulso de una acción preventiva adecuada concienciando y capacitando en la organización tanto a quienes más lo necesiten, por su actividad asistencial de mayor riesgo, como a los que tienen riesgo por trabajar o acceder a un centro sanitario.

Estos servicios son los de Medicina Preventiva, cuya labor abarca desde la prevención de riesgos biológicos hasta la mejora de la seguridad del paciente, y los de Prevención de Riesgos Laborales, creados por ley para garantizar la mayor seguridad posible del trabajador.

Ambos deben, impulsados por la Dirección en momentos como éste, tomar la iniciativa de desplegar ambiciosos calendarios de formación, talleres y simulacros, para garantizar que los conocimientos sobre protección individual, manejo de EPI y destrucción de residuos se actualizan. Además, deben ser los transmisores y encargados de adaptar al terreno los protocolos institucionales que vienen desde el Ministerio de Sanidad o desde las Direcciones Generales de Salud Pública de las comunidades autónomas.

Aunque no haya más contagios, cosa que todos deseamos fervientemente, este episodio debe servirnos para aprender y mejorar en muchas cosas:

1) La prevención y protección individual y de la salud en el trabajo sanitario, y la eliminación de residuos peligrosos, deben ser conocimientos que tendrían que aprender los futuros trabajadores de la salud desde su formación más básica, ya sea en universidades, escuelas universitarias y formación profesional.

2) La formación continua en prevención y seguridad debe estar a la orden del día y ser obligatoria para los trabajadores expuestos a riesgos.

3) No se debe escatimar en medidas y equipos de protección y seguridad, ni en el desarrollo de la acción preventiva en general. Deberían existir Servicios de Medicina Preventiva en al menos todos los hospitales y áreas de salud.

4) Las “precauciones universales” son la mejor medida de protección frente al riesgo oculto de contagio del trabajador sanitario. Por lo tanto deben impulsarse y facilitarse decididamente desde la Dirección. Hay que tener en cuenta que las mismas tienen capacidad de protección altísima para evitar contagios de la mayoría de las bacterias y virus, incluyendo el abola.

5) Hay que dar formación práctica y hacer simulacros, ya que es la mejor manera de interiorizar las medidas de prevención.

6) Hay que poner entre las prioridades básicas de los directivos y gestores de los servicios de salud la acción preventiva en todas las dimensiones nombradas inicialmente.

7) Hay que pensar a largo plazo, sabiendo que los riesgos biológicos no son una moda pasajera, sino una amenaza continua que hay que combatir de manera planificada y sistemática.

8) Aprender de los errores, notificar los fallos y efectos adversos no para buscar culpables, sino su raíz y atajarlos desde la misma.

La prevención no debe ser la asignatura maría de los gestores y la gran desconocida, sino una de las principales, que además de mejorar la calidad promueve la eficiencia, ya que la mejora e inversión en prevención es coste-efectiva, es decir, ahorra más gastos a la larga de los que produce implantarla. Nos hace más civilizados.

Convirtamos esta crisis en una oportunidad de mejora, para que nuestro sistema de salud sea más seguro y se enfoque más en la prevención que en la gestión del siniestro. Y mi solidaridad y mejores deseos para la trabajadora contagiada. Estoy seguro de que va a entrar en ese 50 por ciento de casos que hay en el actual brote que vencen la enfermedad.

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