Delimita la ‘ruta’ del vaso infartado con más precisión que otras técnicas



2 nov. 2015 17:56H
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Redacción. Madrid
La cartografía óptica consiste en una de las técnicas más avanzadas para rastrear las cicatrices que deja el infarto agudo de miocardio (IAM) en el corazón y predecir complicaciones tras este evento, según ha destacado Ángel Arenal, investigador de la Red de Investigación Cardiovascular (RIC), pero todavía carece de una sustancia de contraste no tóxica.

En efecto, se trata de una tecnología que permite estudiar las propiedades electrofisiológicas del corazón a partir de un contraste voltaje-sensitivo, una sustancia que se inyecta en las coronarias en los corazones explantados de animales en los que se ha provocado un infarto, llega al interior de las células y, cuando la actividad eléctrica interna de la célula cambia (potencial de membrana), la sustancia que sirve de contraste cambia de color.

Ángel Arenal, del Servicio de Cardiología del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid. (Lenda).

Éste se puede registrar con una cámara situada cerca de la superficie del órgano y, de esta forma, estudiando los cambios de color, se conoce lo que está ocurriendo en el corazón tras el infarto.

Además, ha reconocido Arenal, que trabaja en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, esta técnica no sólo tiene esta utilidad, ya que “no tiene ninguna de las limitaciones que presenta la electrofisiología clásica”.

Así, los electrogramas que registra un catéter están influenciados por los campos eléctricos lejanos, que pueden modificar la amplitud, la duración y las características de la actividad local. “Con la cartografía óptica lo que estamos viendo es lo que sucede célula a célula y cómo es la secuencia de activación de las sucesivas células de una determinada cavidad. La imagen que obtenemos es mucho más próxima a lo que realmente está pasando en ese corazón infartado”, ha explicado.

Solo se usa en corazones ‘explantados’

Por el momento, esta técnica sólo se puede desarrollar con corazones ‘explantados’ y no se puede trabajar con corazones en vivo. No obstante, aclara este experto, su uso está permitiendo conocer cuáles son las características electrofisiológicas de la cicatriz provocada por un infarto.

“Hasta ahora se había analizado de una forma un poco más ‘grosera’, utilizando catéteres que se ponían en contacto con la cicatriz podíamos saber cómo de retrasada se activaba una zona pero no teníamos información de la duración del potencial de acción ni de la velocidad de conducción”, ha explicado.

De hecho, está convencido de que en el futuro tendrá aplicación clínica y “se acabarán desarrollando contrastes electrosensitivos que se podrán utilizar en vivo”. De hecho, ya hay endoscopios que se introducen dentro del corazón y sirven para ver el endocardio, pero todavía los contrastes son tóxicos.

“Si en el futuro tuviéramos contrastes no tóxicos y la posibilidad de hacerlos llegar al interior del corazón, seríamos capaces de ver  cómo el endocardio se activa”, según Arenal.

Simular los circuitos eléctricos de la cicatriz

Por su parte, este experto también ha destacado como, utilizando imágenes de resonancias magnéticas reales, los investigadores de la RIC están desarrollando la electrofisiología virtual mediante programas que simulan los circuitos eléctricos que aparecen dentro de una cicatriz posinfarto.

Su importancia radica en que utilizando una imagen de resonancia magnética se puede predecir donde van a estar localizadas las arritmias de un paciente.

“Para crear este programa se han utilizado imágenes de resonancia de modelos experimentales porcinos que tienen una cicatriz de infarto igual que la que tienen los seres humanos. En un futuro evidentemente el programa estaría hecho con resonancias magnéticas humanas”, ha destacado.
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