Han pasado ya algunas semanas desde que traté de describir en esta ventana cómo viví el “famoso” día de la elección de plaza. Pues bien, ahora me sitúo un paso más allá formando parte de los recién incorporados residentes de primer año, o más comúnmente conocidos como los R1. Al igual que yo, miles de nuevos médicos de toda España copamos a día de hoy nuestros respectivos servicios y observamos atentamente todo lo que ocurre a nuestro alrededor con los ojos del principiante, del que acaba de salir del mundo académico y le toca ahora poner en práctica lo aprendido a lo largo de tantos años de formación.

Al mismo tiempo que vas tomando conciencia de que has dejado de ser estudiante de Medicina para pasar a formar parte de un equipo que poco a poco irá otorgándote más responsabilidades, te topas con un entorno completamente nuevo. En mi caso, como ya apuntaba en mi columna anterior, opté por el Clínico San Carlos para formarme como especialista en Obstetricia y Ginecología, y dado que no he estudiado en Madrid, tengo al igual que muchos de mis compañeros, la sensación absoluta de novedad. En pocas palabras, se trata de compaginar el estrechar lazos con mis nuevos compañeros y al mismo tiempo adaptarme a la manera de funcionar del Servicio en el que voy a pasar estos años de formación, junto con la conciencia de empezar la etapa profesional en la que desarrollarme como especialista dejando al margen la Facultad. Es cierto que los comienzos son duros, nuestros residentes mayores nos lo dicen, pero viéndoles a ellos creo que a la larga merecerá sin duda la pena.

Y la gran pregunta que todos los R1 en parte nos planteamos: ¿qué le pido yo a estos próximos años como Médico Residente? Pues a día de hoy sólo puedo decir que desarrollarme como profesional no sólo en el sentido estricto de la palabra, sino también hacerlo tanto humana como personalmente. Espero recibir del trato con mis pacientes la satisfacción suficiente para seguir creciendo en mi carrera y encontrar con ello una finalidad para mi día a día laboral. Además, traigo conmigo toda la ilusión de conocer nuevos compañeros junto a los que crear un clima de trabajo que no sólo nos haga mejorar los unos con los otros, sino que también nos permita sobrellevar la carga de las guardias y las largas jornadas en el hospital disfrutando con ellos de los buenos momentos. Al fin y al cabo siempre se dice que la Residencia son los mejores años de nuestra vida, y hay que ponerse las pilas para que esa frase cobre todo el sentido.

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