Decía Woody Allen que “la vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema”, y ahora creo entender mejor el significado de esta frase. Con la Ley de Profesionalización de la gestión de los Centros Sanitarios, que el Consejero de Sanidad de Madrid llama “modelo Madrid”, podemos estar ante un buen ejemplo.

Se ha criticado por todos el modelo actual de gestión de los centros, al frente de los cuales se pone a un gerente nombrado mas por sus afinidades políticas o amistades personales que por su cualificación y experiencia profesional. Y es cierto que esto no es una “leyenda urbana”, es más bien una realidad palpable y contrastada. Pero también es cierto que los gestores al final son profesionales que visten del color político correspondiente, pero la mayoría sí pueden ser considerados unos profesionales contrastados. Quien más o quien menos, todos tienen formación y experiencia. Aunque también los hay que aparecen de repente de la nada y sin conocer el sector o haber trabajado antes en el sistema sanitario.

Este problema hay que resolverlo y, para ello, parece razonable dotarse de un sistema de selección que respete algunos criterios mínimos tales como: la publicidad, la trasparencia, los méritos, la capacidad y el distanciamiento político. No digo que un gestor no pueda ser afín a determinada ideología política o ser un conocido militante, lo que digo es que esto no debe ser “capacitante”, “facilitador” o “determinante” en su selección. Pero tampoco puede ser “invalidante”, “descalificante” o “imposibilitador”. Y es que estamos acostumbrados en este País a que “o estás conmigo o contra mí”. Y el buen gestor lo es o no lo es, con independencia del color político que prefiera. Lo que hace falta es que en la puerta del centro, al entrar a trabajar, deje su traje del color que sea, se ponga su uniforme y trabaje.

Parece complicado que esto se consiga. Decenas de años hablando de ello y no hay ningún progreso. Ahora quieren solucionarlo con una propuesta que resulta muy complicada de ejecutar. Se propone crear “Órganos de Gobierno” que, al estilo de los clásicos consejos de administración, sean los que de alguna forma controlen y supervisen a las direcciones de los centros sanitarios. Se trata de delegar el control en una especie de “hombres buenos” que sean los garantes del buen funcionamiento y gobernanza. Como todo cuanto se pinta sobre el papel, es un modelo válido, perfecto, aunque no más que el de un gerente y directivos profesionales.

La estructura de este modelo se articula en torno a tres pilares. Un Gobierno que a través de la Consejería de Sanidad diseña y establece las prioridades, las estrategias, los presupuestos, y en definitiva, la política sanitaria. Unos Órganos de Gobierno de composición plural que serían los que controlan y supervisan la gestión de los centros, y cuyas prioridades en inversiones, servicios, etc. pueden ir en contra de las marcadas por la Consejería. Y por último, una dirección que estará entre la espada y la pared. La espada de quién le nombra, que no olvidemos siempre será el “poder establecido” es decir, la Consejería, y la pared que será ese Órgano de Gobierno que representa a las fuerzas sociales del ámbito territorial en el que presta sus servicios el centro sanitario.

Podemos encontrarnos ante una política sanitaria marcada legítimamente por un Gobierno y, por el contrario, que se conforme un Órgano de Gobierno cuyas pretensiones sean radicalmente diferentes. Esto no será nada extraño y, es más, creo que será la norma. Un “choque de trenes” de consecuencias previsibles y nada buenas. Y en medio un gerente al que presionaran desde todos los lados. No lo veo. Creo que o la Ley deja muy claro todo, “atado y bien atado”, o esta solución lo que será al final es un problema.
 

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