EDITORIAL
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15 jul. 2014 23:54H
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El consejero de Sanidad, Bienestar Social y Familia del Gobierno de Aragón, Ricardo Oliván, ha sido el gran triunfador de los X Premios a la Administración Sanitaria, que Sanitaria 2000 concede en el marco de su Cena de Verano de la Sanidad Española, con la que se cierra el curso político y profesional en nuestro sector.

Nacido en 1960 en Huesca y licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Oliván es un buen ejemplo de que en la sanidad hay sitio –y debe seguir habiéndolo- para otros perfiles no necesariamente médicos ni asistenciales. Sus conocimientos profesionales, madurados en las Cámaras de Comercio, le estarán sirviendo, a buen seguro, para atravesar estos tiempos difíciles en los que es fundamental tener en mente el aspecto económico de cada decisión que se tome, por muy sanitaria que sea.

El consejero aragonés no está teniendo una legislatura sencilla. Más bien todo lo contrario. Aragón es una autonomía políticamente compleja y Oliván no se ha arredrado ante las dificultades de partida. De hecho, su principal característica, y por la que el Jurado le ha concedido el premio a consejero más relevante del año, ha sido la determinación política con la que ha adoptado decisiones que le han generado no pocas contestaciones y consiguientes conflictos, tanto sociales como profesionales.

El controvertido relevo al frente del Salud (Servicio Aragonés de Salud), concretado en el cambio de Ángeles Alcutén por Ángel Sanz, sirvió a Oliván para marcar su ideario político: “Yo juego para ganar, no para empatar; era el momento de cambiar al cerebro del equipo”, dijo solemne en una comparecencia en las Cortes de Aragón. Desde entonces, Aragón trabaja por mejorar las listas de espera, por coordinar la atención primaria y la especializada y por un pacto por la sanidad con los diferentes agentes sociales y profesionales que otorgue al sector el necesario consenso para llevar a cabo las reformas precisas.

Oliván es un claro defensor de una reforma integral de la sanidad. Su opinión la apoya en una visión económica de un sistema que no puede seguir financiándose durante más tiempo con los métodos tradicionales. Eso sí, esta evidencia no le lleva a una especie de parálisis hasta que los flujos financieros se pongan de su parte: Oliván cree que hay margen de ahorro si se gestiona de otra manera y no está cejando en ese empeño.

Ahí tenemos una de sus grandes propuestas de legislatura: el establecimiento de áreas sanitarias únicas, que darán paso a una gerencia de primaria y otra de especializada para cada provincia (Zaragoza, Huesca y Teruel), que dirigirán todos los recursos asistenciales disponibles en cada ámbito territorial. El plan no ha sido bien recibido por sindicatos y profesionales, aunque Oliván insiste en que servirá para evitar solapamientos y aprovechar todos los recursos disponibles.

La investigación biomédica está siendo otra de las materias a las que Oliván está dedicando una atención preferente. A través del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón quiere también concentrar todos los recursos de la región en esta materia, y apostar por la coordinación entre hospitales y universidades. Oliván busca llegar a la excelencia, optando a proyectos de mayor envergadura y trabajando en conjunto. Y, por supuesto, con determinación para lograrlo.

Junto al consejero Oliván, otros altos cargos del Sistema Nacional de Salud han recibido similar reconocimiento. Merecen especial mención los obtenidos por Javier Castrodeza -que no desfallece en sus dos grandes proyectos, cada vez más cerca de ser realidad: el registro de profesionales y el decreto de troncalidad- y por Armando Resino –cuya trayectoria de servicio público es un referente para todos los profesionales que trabajan en la Administración sanitaria-. En cualquier caso, todos son un buen motivo para celebrar que  la sanidad española sigue en las mejores manos.


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