EDITORIAL
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26 dic. 2013 19:15H
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Los problemas contemporáneos de la sanidad tienen seguramente un hilo conductor común a todos ellos: la relación laboral de los profesionales del Sistema Nacional de Salud. Es lógico que en un modelo en el que su primera virtud es su potencial humano, sea éste también el que genere las mayores controversias. Y por esta misma razón, los mayores esfuerzos de cambio, modernización y, llegado el caso, transformación deben dirigirse hacia esta área. Porque, en definitiva, cambiando modos y maneras en la gestión de los recursos humanos, lograremos modificar resultados en los demás ámbitos sanitarios: gestión, formación, investigación, etc.

Según se ha puesto de manifiesto en un debate organizado por Sanitaria 2000 en torno a la pregunta de si es hora de cambiar el modelo estatutario, no parece tan importante el cambiar el actual estatuto por otro o generalizar otro régimen, por ejemplo el laboral, como el impulsar unas relaciones en las que la flexibilidad sea un argumento aceptado por todas las partes, cuyas medidas sean aplicadas siempre por consenso.

Últimamente, la flexibilidad parece una idea exclusiva de gerentes y responsables de servicios de salud y hospitales. Flexibilidad para poder hacer lo que la gestión clásica no permite hacer, o al menos, no con la rapidez que sería deseable; flexibilidad también para lo que el Estatuto Marco no posibilita, flexibilidad, en suma, para poder alcanzar otros resultados partiendo de las mismas realidades, o peor aún, de escenarios más adversos por las dificultades económicas de los tiempos que vivimos.

Pues bien, los profesionales no desdeñan ni rechazan por sistema la flexibilidad. Un concepto íntimamente relacionado con la nueva gestión y flexible por antonomasia como la productividad variable es una de las banderas de la CESM desde el año 1995. Es verdad que otras centrales sindicales sí rechazan este concepto, pero es posible afirmar que los médicos, en general, no se niegan a ser retribuidos según resultados. Lo que sí es preciso consensuar y pactar es la manera en la que debe aplicarse esa productividad variable y, sobre todo, a qué porcentaje –al 20, al 25, al 30- de la retribución total puede alcanzar.

Respecto al Estatuto Marco, tras diez años de vida, también hay consenso en que no ha sido suficientemente aplicado ni explotado en todas sus posibilidades. La rigidez que a veces se le atribuye no es del todo cierta puesto que permite la retribución variable e incorpora conceptos como el de la carrera profesional, que generaron en su día muchas expectativas que, lamentablemente, todavía no se han terminado de cumplir.

Con todo, el concepto de flexibilidad puede generar grandes desencuentros, de ahí que sea obligado aplicarlo mediante el consenso. Por ejemplo, algunos entienden que si se aceptan unas relaciones laborales gobernadas por la flexibilidad no es posible aceptar términos como el de plaza en propiedad, que pertenecería por tanto al pasado. Sin embargo, en el otro lado, persisten numerosas voces que alertan sobre la falta de estabilidad laboral en el SNS, lo que genera demasiada eventualidad y eso se traduce en una menor calidad asistencial en el servicio.

La flexibilidad puede ser también según algunos el salvoconducto para generalizar la posibilidad de compartir competencias, opción defendida por los gerentes, que la justifican en la necesidad de ganar en polivalencia y resolutividad y de trabajar en equipo, pero que los profesionales rechazan de plano por sus perniciosas consecuencias, sobre todo en el ámbito de la responsabilidad legal.

Siendo el estatutario un modelo propio de la sanidad, que distribuye funciones y cometidos como no lo hace el régimen laboral -que igual vale para un hospital que para una fábrica-, parece oportuno mejorarlo antes que cambiarlo. De hecho, los médicos piden uno propio para su profesión. Pese a las críticas recibidas, el Estatuto Marco fue una norma necesaria, que puso fin a muchos años de atrasos normativos en un ámbito jurídico fundamental y que ahora tiene posibilidad y margen de recorrido para ser más efectivo y reconocido.

Quizá la flexibilidad sea el contenido definitivo que convierta el modelo estatutario en el régimen laboral ideal tanto para los profesionales como para los responsables de los recursos humanos del SNS. Una flexibilidad que solo puede ser tal si se alcanza por consenso, corresponsabilidad y cooperación entre las partes.  


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