EDITORIAL
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30 jun. 2013 23:32H
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Tan criticados, tan cuestionados, pero, a la vez, tan atrayentes. Así son los colegios profesionales, y muy especialmente los de los médicos, que llevan un siglo ordenando el ejercicio y respondiendo de la buena praxis ante la sociedad. En ocasiones, a veces más de las debidas, los colegios son más noticia por sus controversias internas que por el indudable servicio que prestan tanto a los facultativos como a los ciudadanos. Pero, como se pudo comprobar en la entrega de los Premios TOP 10 al Colegio de Médicos más relevante de 2013, organizada por Sanitaria 2000, editora de Redacción Médica, los presidentes son cada vez más conscientes de que las polémicas propias son cada vez más desaconsejables.

Han existido siempre y van a seguir existiendo, como bien dijo el presidente Rodríguez Sendín, refiriéndose al último conflicto, producido en el Colegio de Sevilla, uno de los más atractivos del país, como también subrayó el presidente saliente González-Vilardell. Pero es cierto que hay menos que antes, y es posible –y deseable-, que haya menos aún en el futuro.

Dos son las circunstancias que están posibilitando esta progresiva pacificación de las corporaciones médicas. Una, indudable, la influencia de Rodríguez Sendín, cuya presencia en la corporación, no sólo en la Presidencia, ha servido, entre otras muchas cosas, como un potente apaciguador de trifulcas y polémicas que, en el fondo, no eran más que el pobre producto de personalismos mal entendidos.

Por otro lado, los presidentes provinciales asumen cada vez con más naturalidad y, por qué no decirlo, generosidad, que su cargo es limitado en el tiempo y que casi tan importante como determinar qué es lo que se quiere hacer al ser presidente, es poner una fecha y una manera de dejar la institución. Con orden, sin prisas, pero con antelación y siempre pensando en el beneficio de la corporación y dejando en un segundo plano los tiempos o intenciones personales.

Algunos de los presidentes reunidos por Sanitaria 2000, con poco más de cuatro años en el cargo, ya tienen en mente, meditada y decidida, cómo será su salida de la corporación. Y sin duda, esta se producirá antes que después, lo cual obligará a que nuevos colegiados tomen la iniciativa y asuman la responsabilidad de representar a los compañeros y guiar a la institución en los próximos años. Pero sin mandatos eternos.

Lógicamente, persisten las excepciones. Una de ellas ha sido noticia este fin de semana. Se trata del presidente de Tenerife, Rodrigo Martín, que lleva más de veinte años en el cargo y que, a juzgar por sus declaraciones en la celebración de la patrona del Colegio, no parece darse por aludido de los nuevos tiempos que corren en la Organización Médica Colegial. En su intervención institucional, lejos de cualquier autocrítica, reprochó a los gestores de la sanidad pública de Canarias que no tengan en cuenta el conocimiento atesorado por los médicos durante años de ejercicio profesional. Y, al margen de la alusión concreta y de los contenciosos que, en Canarias como en otras autonomías, separan en estos momentos a las administraciones sanitarias de los profesionales, es evidente que la representatividad -y la autoridad y la capacidad de interlocución- que desprende un presidente que lleva más de dos décadas en el cargo tiene que ser, no ya menor, sino de alcance político limitado y ciertamente crepuscular.

Casi todos los presidentes están convencidos de que los mandatos deben limitarse, incluso en los estatutos de los colegios. Ahora, hace falta que se convenzan también los propios colegiados, activando y promoviendo las necesarias alternativas que dinamicen la necesaria savia democrática de las corporaciones.


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