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25 nov. 2014 18:34H
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En los momentos difíciles es donde se saca lo mejor de uno mismo. Cuando lo mejor de muchos se une en una institución entonces el resultado es excelente. En las catástrofes el sistema de salud suele responder muy bien. Recordamos el trágico accidente del AVE en Galicia y cómo funcionó el Sergas a la perfección.

Desgraciadamente he tenido que vivir como Gerente en breve lapso de tiempo dos sucesos que ponen a prueba la organización y en la que está responde de manera sobresaliente, por encima del deber y de las expectativas. En concreto uno fue el incendio en el Hospital Virgen de la Salud de Toledo, del que afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, y el segundo, más luctuoso, el reciente accidente de autobús en Cieza que se ha cobrado la vida de 14 personas. Al ser mi centro el más cercano recibió bastantes heridos.

En ambos casos la repuesta de los profesionales fue magnífica. En el primero la rápida actuación de los mismos, junto con una buena coordinación directiva, permitió evacuar las zonas y alas donde se extendía el humo evitando la afectación de pacientes por inhalación del mismo. Además la rápida acción de los bomberos y personal de mantenimiento permitió controlar y extinguir el fuego. Muchos profesionales se acercaron a ayudar; y el servicio de anatomía patológica, que fue el afectado, en un día se reubico y reorganizo para no parar su actividad. La situación volvió a la normalidad en pocas horas, a pesar de haber movilizado toda un ala, casi 400 pacientes.

En el caso del accidente de Cieza ocurrió también algo similar en muchos aspectos. Muchos profesionales fueron al hospital altruistamente sin ser llamados al enterarse de la noticia. Sobre todos aquellos que pensaban podrían ayudar más como anestesistas, aumatólogos, cirujanos, médicos de urgencias, enfermeros, auxiliares, técnicos y celadores. El jefe de guardia coordinó en primer momento todas las atenciones y las direcciones médica y de enfermería se personaron y gestionaron la crisis. Destacó que en esos momentos la colaboración interna entre servicios y entre profesionales fue perfecta y también la coordinación con aquellos organismo externos que estaban gestionando también la catástrofe, como Protección Civil, Emergencias 061, Cruz Roja...

Estas situaciones y la respuesta de los profesionales me provocan dos reflexiones, una global y otra más del sector.

La primera es que si se hubiera reconocido entre el 2007 y 2008 la situación de España desde el punto de vista económico como una emergencia nacional, y todos los políticos e instituciones públicas se hubieran puesto mano a mano a colaborar entre ellas, a pesar de ser de distinto color político y tener distintas competencias, trabajando también con el sector privado para encontrar soluciones imaginativas, esforzadas y de consenso para no caer en la crisis, o al menos salir rápidamente de la misma, es muy probable que ahora viviéramos otra situación mucho mejor. Yo en aquella época abrí un scoop de noticias económicas que llame “emergencia económica nacional” para concienciar de un problema del que muchas administraciones no parecían conscientes, pues seguían aumentando sus gastos suntuarios como en épocas de bonanza.

En una situación de emergencia todos los esfuerzos se dedican a solventar la crisis y la emergencia y se aparca lo accesorio: las disputas, el egoísmo, la maledicencia, los viajes y celebraciones innecesarias. Todo el esfuerzo se debe concentrar para hacer una actuación ejemplar. Sin embargo lo que ocurrió en la crisis económica nacional a nivel político más bien fue un sálvese quien pueda y un "me aprovecho un poco más pues esto va a petar".

Me sorprendía profundamente que ante la gravedad y profundidad que se preveía para la crisis no se modificarán sustancialmente los comportamientos políticos, encerrados en su clásico frentismo y en la autocomplacencia, cuando lo que se necesitaba era una actitud colaborativa y mucha autocrítica. Ponerse a trabajar todos juntos en un gran Pacto de Estado que hubiera evitado quizá la recesión y mucho sufrimiento, eliminado del estado y de las CCAAS toda la maquinaria burocrática y organismos que no aportaba valor, las duplicidades, los privilegios, los gastos suntuarios, etc.

La segunda de las reflexiones es sobre el sistema sanitario. Está lleno de los valores humanos de sus profesionales y los mejores salen a la luz en estos casos. Sin embargo en situaciones normales también arrastramos nuestras miserias: la profunda división entré estamentos, sectores y servicios. El abismo que nos separa a veces de otras instituciones externas, con las que tenemos que ponernos de acuerdo. La desconexión entre CCAAs ensimismadas. En definitiva nuestros problemas de endogamia, fragmentación, parcelación de la salud, actitud poco colaborativa, falta de participación del ciudadano, formación continua basada en la industria, servicios centrados en el profesional y no en el paciente, egoísmo personal y corporativo, hipermedicalización de la sociedad y hacer pacientes dependientes del sistema, etc.

Todo eso desaparece y se aparca en la situación de catástrofe. Todo es colaboración, integración, interrelación e incluso empoderamiento de la sociedad y del paciente más que asistencialismo paternalista. También se mira por el buen uso de los recursos, para que no falten posteriormente, el cuidado de los equipos y la buena organización.

En definitiva los valores que en los momentos difíciles resuelven las situaciones de
catástrofe, manteniéndolos sostenidos en el tiempo y estimulándolos nos podría elevar a un sistema de salud excelente. Dijo Lord Byron, que sabía mucho de pasiones, que era difícil mantener el fuego de una pasión de manera permanente, pero es más fácil si esa pasión está basada en solidos valores. En el esfuerzo de mantenerlos muchas veces esta la recompensa de ser más feliz.

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