Como cada verano, el inicio de las vacaciones nos vuelve a traer una guerra de cifras y datos entre la administración y las organizaciones de pacientes y profesionales, que no por repetitiva deja de tener interés mediático y repercusión social.

Cada año profesionales y pacientes se quejan de cierres de camas, reducción en las plantillas, disminución en el número de consultas y suspensión de centenares de sesiones quirúrgicas. Aseguran que todo esto repercute directa y negativamente en los ciudadanos y sostienen que a la Administración solo le mueve “hacer caja”, ahorrar cientos de miles de euros en recursos materiales y humanos.

Por su parte, la administración alega que la auténtica razón de estos planes de vacaciones no es otra que “racionalizar” el uso de los recursos ante el evidente descenso en la demanda de la asistencia que esta estación cálida provoca. Insisten en que NO se cierra nada, que simplemente se mantienen en reserva determinados recursos para adaptar la situación a las enormes migraciones estivales hacia la costa, y llegan a asegurar que cada año se invierte más dinero en dichos planes de contingencia veraniegos.

Hagamos pues un esfuerzo e intentemos desgranar un poco los motivos y la situación real que cada año vivimos en estos meses.

España es un país turístico, esto no hay quien lo dude. En estas fechas “importamos” bastante más de lo que “exportamos” en lo que a visitantes se refiere y el turismo interior no supone más que un “cambio de cromos”. El resultado final es evidente: el número de personas susceptibles de necesitar asistencia médica debe aumentar en este periodo, si bien su distribución puede variar con respecto al resto del año.

Por otro lado, tampoco parece creíble el argumento de que los ciudadanos demandan menos asistencia en estos meses, que muchos no quieren operarse, ingresar o acudir a una consulta durante sus vacaciones. Y digo que no parece creíble porque la situación en las listas de espera no es buena en general y hay muchas personas esperando una llamada durante meses que no desaprovecharían una oportunidad para solucionar sus problemas de salud.

Cualquier quirófano que se abra, cualquier agenda nueva de consulta, se completará en pocos minutos porque hay mucha demanda y poca oferta. No conozco ningún quirófano o consulta que haya quedado vacío en estos meses.

Sin embargo y sin desdecirme un ápice de lo anterior, hay que admitir que es presupuestariamente imposible sustituir a todos y cada uno de los trabajadores del Sistema Nacional de Salud. No hay dinero para duplicar los gastos de personal durante el verano y además, al menos en cuanto a médicos y enfermeros se refiere, tampoco hay (afortunadamente)  tantos profesionales en paro como para poder cubrir las vacaciones de los titulares.

La situación es pues compleja y probablemente no tenga una solución definitiva y total. Sin embargo, admitiendo la dificultad que entrañan estas contingencias, hemos de decir que existe por parte de la administración existe una importante falta de previsión, una llamativa ausencia de iniciativas y por último, un discurso engañoso y poco transparente.

Los planes de vacaciones no se cierran hasta bien entrado el mes de junio. Se da el caso de que, a veces, en la última semana de Junio muchos médicos no saben aún cuándo podrán tomar sus vacaciones.

No existen (o no se publican) estudios demográficos serios que analicen los movimientos poblacionales en época estival, analizando las características biosanitarias de los “migrantes” veraniegos.

Tampoco hay una política seria de gestión de la demanda, ni información suficiente a la ciudadanía. La administración se limita a hacer creer a la población que si el quirófano está cerrado es solo porque no había pacientes para operar y esta afirmación no es que sea poco transparente, es que es rigurosamente falsa.

No existen iniciativas que fomenten las vacaciones en periodo no estival para distribuir mejor los recursos humanos. No hay planificación de la contratación necesaria y la selección de personal se hace tarde y con más prisas de las que un proceso como este aconseja.

Para el profesional sanitario, poder disfrutar de un mes de vacaciones supone generalmente, tener que trabajar el doble el mes anterior o posterior. Hasta 15 guardias en un mes e incluso más en hospitales comarcales.

Para el paciente, el ciudadano en general, tener una necesidad de asistencia sanitaria en estas fechas supone iniciar un tortuoso (y desértico) camino que en la mayoría de los casos no tendrá su final hasta entrado el otoño como mínimo.

Es cierto que muchos medios y muchas organizaciones sociales “hacen  leña del árbol caído” y aprovechan estas fechas tradicionalmente poco pródigas en noticias para golpear a las distintas administraciones con noticias que a veces son exageradas y no del todo exactas. Pero no es menos cierto que todo esto surge por la inoperancia y la falta de transparencia de una administración sanitaria más empeñada en ahorrar a toda costa y en culpabilizar a ciudadanos y profesionales de todo cuanto ocurre, que en organizar los servicios, planificar los recursos, gestionar bien la demanda y, sobre todo, informar correctamente de los motivos y las repercusiones de los planes de contingencia veraniegos.

No somos un país al que le sobre el dinero y sabemos de la necesidad de controlar el gasto; pero tampoco somos un país de incultos y descerebrados, cuando se nos explican las razones y se nos ofrecen argumentos podemos entender la dificultad de la solución. Pero en ningún caso vamos a admitir que se nos dejen de ofrecer servicios simplemente porque ya no los demandamos. Seamos serios todos, los unos y los otros, y esta sanidad nuestra irá a mejor sin duda.

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