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10 sept. 2014 21:47H
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Este miércoles se ha hecho oficial el nombramiento del lituano Vytenis Andriukaitis como nuevo comisario de Salud y Seguridad Alimentaria de la Comisión Europea. Un médico y exministro de Sanidad al frente de las iniciativas del sector en el Viejo Continente. A priori, por afinidad, debería ser una noticia agradable para los profesionales del sector, pero no hace falta ser un ‘lumbreras’ para intuir que el que debería ser el máximo responsable de la sanidad de nada menos que de 28 Estados, poco más que llega al puesto para rellenar el organigrama.

Si la cartera adjudicada a España, la de Energía para Arias Cañete, no es considerada como de las de “primer orden”, la de Sanidad es algo así como la cenicienta del grupo. De sobra es conocido que las transferencias nacionales, autonómicas y regionales de las competencias sanitarias restan funciones a Europa. Puede hacerse una analogía con la Atención Primaria en España: todo el mundo la tiene en mente pero nadie hace nada por ella porque hay más gallos que gallinas en el gallinero.

No es cuestión ahora de quitarles competencias a las comunidades autónomas para dárselas a Europa, no. Es cuestión de hacer racional un espacio común europeo también en sanidad. Por ejemplo, que haya comunicación para que las facturas de los europeos que sean atendidos en otros países comunitarios no se queden en el cajón, o que con una tarjeta sanitaria única no se pongan pegas a los pacientes de España que necesiten retirar fármacos en Portugal, Francia o donde sea dentro de la Unión Europea.

El marasmo legislativo que impide primero a España y luego a Europa poner orden sobre los sistemas sanitarios hace que al final este tipo de responsabilidades, que deberían ser las más codiciadas junto con otras como Educación o Economía, queden relegadas a los países pequeños y sin peso en Europa, como Malta o Lituania. Sin menospreciar a estas dos naciones, que seguro que están muy contentas con lo que les ha tocado y se lo toman muy en serio; pero las cosas son como son y una de las vías para solucionar las carencias de la sanidad europea pasa porque esta responsabilidad recaiga sobre países fuertes que tengan verdadero poder de decisión entre los 28.

A Lituania, Estado miembro desde 2004, le toca lidiar ahora con una cartera incluso más vacía que la que deja Malta (ahora con Medio Ambiente) ya que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) pasa a depender de Industria (en manos de Polonia). Por delante, lo más inminente será la aprobación de reglamentos y directivas sobre dispositivos médicos y productos transgénicos, normativas que tardarán lustros en hacerse efectivas.

Y poco más. Habrá que ver cuáles son las propuestas de Andriukaitis para sus cinco años de mandato, lo mismo su condición de médico le lleva a intentar hacer algo positivo en sanidad que realmente afecte a la ciudadanía europea y no quede en ‘agua de borrajas’. Lo tiene difícil, desde luego.

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