EDITORIAL
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5 ago. 2013 19:09H
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En un sector tan necesitado de pactos como es el sanitario es imprescindible subrayar la importancia y el valor del suscrito hace una semana por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y los representantes principales de las dos profesiones mayoritarias del Sistema Nacional de Salud: médicos y enfermeros.

La importancia del pacto la destacó hasta el propio presidente Rajoy, que decidió acudir a la cita y figurar como primera autoridad en un acto que congregó a la práctica totalidad de los representantes de los médicos y de los enfermeros. Este es un primer logro indiscutible: las profesiones, especialmente los médicos, que venían de un pasado reciente más conflictivo, y también los enfermeros, que supieron reaccionar en el último momento y evitar el tradicional distanciamiento entre Consejo General y Satse, han sabido mostrarse como una profesión unida, dejando a un lado diferencias salvables y persiguiendo un único fin: la mejora del sistema mediante el diálogo y el trabajo en vez de la reivindicación y el conflicto continuos.

La ministra Ana Mato también se ha apuntado un importante tanto en su haber político. Después de no pocas dificultades, aún no del todo superadas y que son más causa de su bagaje político y personal que de su gestión al frente del Ministerio, Mato ha sabido manejar el rumbo de la negociación, bien apoyada en su secretaria general, Pilar Farjas, y han llevado a buen puerto un avance que no todos los ministros del ramo pueden enseñar en su currículum.

Pero el pacto no acaba en la foto. Ni mucho menos. De hecho, este acuerdo está llamado a ser el origen del largamente buscado Pacto por la Sanidad que, obligatoriamente, habría de contar con el principal partido de la oposición, el PSOE. De hecho, los firmantes se comprometen a ir modelando lo que, de concretarse, bien podría ser una aproximación muy certera a lo que sería un Pacto por la Sanidad ideal.

Hay también cometidos bien concretos y perfilados en política de recursos humanos y en impulso a la gestión clínica, así como en el desarrollo de la prescripción y las especialidades enfermeras. En este sentido, el pacto es más una hoja de ruta para alcanzar propósitos sobre los que, en algunos casos, se lleva demasiado tiempo discutiendo sin obtener apenas avances. El pacto es, por tanto, un acto voluntario de lealtad y demostración de los firmantes para acometer (y cumplir) lo acordado. Debería costar más o menos, pero el pacto será papel mojado si no se logran hacer realidad todos los propósitos enunciados.

No hay que olvidar que el pacto ha recibido sus críticas, incluso desde dentro de los propios firmantes. Voces discordantes procedentes de la CESM o de los colegios de enfermería han venido a recordar lo complicado que es articular una sola voz en profesiones con tantos agentes representativos, pero, por esa misma razón es justo reconocer la capacidad de entendimiento y consenso alcanzada por los líderes profesionales.

El PSOE también ha sido crítico con el pacto, pero más parece por la presencia de Rajoy en su puesta en escena pública, supuestamente utilizada para recibir aire político en plenos apuros por el caso Bárcenas, que por el contenido. De hecho, entiende que los profesionales han actuado con buena voluntad, así que seguro que es posible alcanzar puntos de entendimiento con el principal partido de la oposición.

Con todo, el pacto debe ser saludado como un broche formidable a un curso sanitario muy complejo, que abre una nueva etapa de entendimiento y trabajo que, aunque no se pueda dar por definitiva, es el mejor escenario para que los firmantes regresen en septiembre con la mejor de las disposiciones.


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