EDITORIAL
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11 mar. 2013 19:50H
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A la luz de la conclusión, tan escueta como previsible, de su informe Cuestión de vida o muerte, la Federación de Servicios Públicos de UGT-País Valenciano podría haberse ahorrado la redacción de gran parte de esas 280 páginas en las que pretende demostrar que la sanidad valenciana, por estar gestionada como lo está, es perjudicial para la salud de los ciudadanos. Porque para concluir que el cambio de modelo de gestión es malo, quizá no hacía falta tamaño despliegue, por lo demás, muy controvertido, como se han apresurado a precisar tanto la Conselleria valenciana como Ribera Salud, concesionaria del modelo Alcira.

Si hay algo claro en el debate sobre los modelos de gestión es que se necesitan más evidencias, más resultados, más evaluaciones, para alcanzar más conclusiones y certezas, que aunque terminemos alcanzándolas, no terminarán por cerrar definitivamente un debate que cuenta con muchos seguidores políticos. Y este es el principal problema: de los modelos de gestión de los centros sanitarios está empezando a opinar casi todo el mundo y eso es malo para el debate en sí.

No se trata de rebatir aquí los datos del informe de la UGT. Puede que sean ciertos, todo es discutible, aunque la Conselleria sostiene que dispone de otros. Casi importa más la utilización pública que del informe ha hecho la UGT, dirigida a fortalecer y amplificar su criterio en este asunto: no a la privatización, cambiar el modelo es malo, las vidas de las personas pueden estar en peligro.

Todo ello a pesar de que el propio trabajo recoge conclusiones que podrían matizar esos mensajes: que la sanidad valenciana tiene unos magníficos profesionales y que presenta un evidente déficit de financiación con respecto a otros servicios regionales de salud. Consideraciones en las que, curiosamente, coincide con las de la Conselleria. Sin embargo, no parece interesar resaltarlas, teniendo tan claro el otro mensaje.

Con informes como éste, no es posible discutir en un ámbito de sensatez, falta de prejuicios y aspiraciones científicas. Si se considera, como parece hacerlo UGT, que el modelo de gestión pública y directa es el mejor y no hay duda al respecto, pues entonces no hay nada que debatir. Sin embargo, hay muchas otras voces, que quizá alzan menos el tono, que consideran que merece la pena buscar alternativas a la gestión clásica, la misma que nos ha traído hasta aquí, con todas sus virtudes, y con todos sus defectos, que quizá se podrían subsanar de algún modo.

No es posible creer que con poco más de una década de modelo alternativo de gestión, que encima no alcanza a toda la Comunidad, los valencianos tengan peor sistema de salud que sus vecinos murcianos, castellano-manchegos o catalanes. Y no es posible creer a UGT en su maximalista conclusión porque solo unas semanas antes los gerentes y directivos de salud valencianos concluyeron en una reunión en Jávea que el sistema valenciano es bueno, incluyendo las concesiones administrativas.

Más que cuestión de vida o muerte, se trataría de querer debatir la esencia de los modelos, buscar fórmulas de mejora y estar abiertos a que los resultados obtenidos puedan llegar a cuestionar nuestros prejuicios. Lo cual, hablando de un sindicato, quizá sea pedir mucho.


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