Kit de los aspirantes MIR.

Silencio y caras serias. Sobre las mesas había de todo menos teléfonos móviles, apagados en los bolsos y mochilas. A partir de las cuatro (tres en Canarias) comenzaba la prueba que marcará su futuro profesional; cinco horas en las que los refrescos, el agua, las chocolatinas y los nervios hacían de compañeros a los médicos del mañana. Un ilusionado y unísono "¡Gracias!" resonó en la clase cuando abandoné el aula y les deseé la mejor de las suertes. Todo eso ocurría en una de las clases de la Universidad Rey Juan Carlos de Alcorcón el pasado 6 de febrero. Aquel día, 12.427 aspirantes se presentaban al examen MIR con el fin de obtener una de las 6.098 plazas ofertadas en el Sistema Nacional de Salud.

Varias semanas después, risas, aplausos y, de nuevo, los nervios estaban presentes en el interior y en los exteriores del Ministerio de Sanidad. Comenzaba el proceso de elección de plazas por parte de aquellos estudiantes que habían pasado la nota de corte. El pasado 20 de abril, lo sombreros y las serpentinas servían para liberar el estrés acumulado de unos médicos que van a desarrollar una de las carreras profesionales en las que la vocación es el motor principal.

Celebración tras obtener la plaza MIR.

Ahora que ya ha pasado un tiempo y conocemos hasta el último detalle de las asignaciones de las plazas MIR de este año, reviso las fotografías que hemos hecho en estos meses tan importantes para los estudiantes de Medicina. En un ejercicio de aprendizaje constante (“Tus primeras 10.000 fotos serán tus peores fotos”,  decía Henri Cartier-Bresson), retomo la costumbre de mirar y remirar la selección de fotos realizada para ilustrar las innumerables informaciones publicadas sobre este tema y descubro cosas nuevas; cosas que la inmediatez del día a día no me dejaban ver desde el otro lado de la cámara.

A veces, uno está tan centrado en su propio trabajo que no es capaz de mirar más allá de lo que enfoca, y no me refiero solo a encuadres diferentes o sobreexposiciones necesarias. Me refiero a lo que supone entrar, como elemento externo, a un aula donde hay personas sumidas en una concentración plagada de posibles dudas de última hora. Es complicado pasar desapercibido en un aula de semejantes características y poder plasmar lo que allí pasa en los únicos cinco minutos que te permite la organización: los cinco minutos previos a que comience la prueba más importante de sus vidas, y no alterar nada de lo que allí ocurre.

Afortunadamente, cuando estos mismo alumnos –ya médicos– se encuentran en el Ministerio de Sanidad el clima de tensión se torna en alegría… Y así es más fácil hacer el trabajo. Ahora me doy cuenta de que seguía siendo una persona ajena a lo que allí ocurría,  pero en este caso cualquier nuevo invitado a la fiesta era bien recibido. Aquí tampoco fue sencillo trabajar, pero, si uno no es corto de miras, busca un grupo de nuevos médicos que expresen lo que allí pasa y poder mostrar así la sincera y profunda satisfacción que produce el objetivo cumplido.




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