Investigadores de Estados Unidos utilizan el ‘Apple Watch’ en un estudio pionero



26 sept. 2015 14:11H
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Javier Barbado. Madrid
Tras la era de los smartphones se avecina la de los ‘relojes inteligentes’ (smart-watches). Su utilidad en el control de  enfermedades con manifestaciones motoras y cardiológicas como la epilepsia está fuera de toda duda; eso sí, la ayuda que proporciona, por el momento, se ciñe a la regulación del tratamiento y a prevenir  las crisis de forma indirecta.

El neurólogo Rodrigo Rocamora, de la SEN.

Porque el gran avance esperable, la anticipación del brote epiléptico para reducirlo o incluso evitarlo, todavía está lejos del alcance de estos dispositivos, tal como ha explicado a Redacción Médica el neurólogo Rodrigo Rocamora, vocal del Grupo de Estudio de Epilepsia de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Sin embargo, el reloj equivalente al móvil –que multinacionales como Apple han comercializado hace muy poco– se muestra capaz de medir una serie de variables como la motricidad del paciente (cuánto se mueve su brazo durante la crisis comicial –como también se las denomina–) y la frecuencia cardiaca las cuales, en algunos casos, sí detectan la inminencia de un brote.

Esas medidas se revelan de gran utilidad para el médico, que las recibe del paciente en la propia consulta o por medios telemáticos (una práctica, según Rocamora, muy implantada en países como Estados Unidos), ya que, en función de la intensidad y frecuencia de las crisis se condiciona el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad epiléptica: “Si un paciente presenta una crisis parcial compleja al mes y, con la ayudad de reloj, conseguimos detectar que, en realidad, padece una a la semana (a veces cursan sin que el enfermo sea consciente de ellas), el conocimiento de la gravedad del problema será mucho más preciso, lo cual es fundamental para pautar el tratamiento”, ha señalado.

Pero también es cierto que, hoy por hoy, la utilidad del reloj y sus mediciones se limitaría a eso: precisar el tratamiento tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo (qué medicamentos ingiere el paciente y en qué cantidad). De poco le sirve al enfermo anticiparse, si lo logra, a la aparición de la crisis por medio de su reloj, ya que el fármaco al que podría recurrir de forma profiláctica tardaría “entre quince y treinta minutos” en hacer efecto aun en el caso de que se tome por las vías de más rápido acceso al cerebro (nasal y oral).

El camino pasa por la combinación de parámetros

Por todo ello, la esperanza en exprimir al máximo al ‘reloj inteligente’ para la epilepsia pasa por la combinación de mayor número de parámetros medibles, de modo que se afine la capacidad predictiva y también registradora del dispositivo. Y eso es, precisamente, lo que –confirma Rocamora– se trata de hacer ahora en un proyecto codirigido por la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos) y la empresa Thread Research. Ambas entidades planean usar la ‘plataforma ResearchKit’ y los sensores del Apple Watch e incluso del i-Phone para el estudio de los ataques epilépticos.

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